En un mundo donde la sacralidad de lo divino se ve continuamente asediada por la secularización y el relativismo cultural, la reciente ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 ha marcado un nuevo y preocupante descenso en la falta de respeto hacia los símbolos más sagrados de la fe cristiana. La representación de 'La Última Cena' de Leonardo da Vinci en versión Drag Queen no es solo una simple performance artística; es un ataque flagrante y descarado una blasfemia contra uno de los actos más sagrados y significativos de la Cristiandad: la Institución de la Eucaristía.
Santo Tomás de Aquino, en su magnum opus "Summa Theologica", nos enseña que el temor de Dios es el principio de la sabiduría. Este temor no se refiere al miedo servil, sino a un profundo respeto y reverencia hacia la majestad y santidad de Dios. “El temor del Señor es el principio del conocimiento; los necios desprecian la sabiduría y la disciplina” (Proverbios 1:7). Al ridiculizar este acto sagrado, no solo se desprecia la majestad divina, y la honra de Dios sino que se promueve un acto que socava los fundamentos mismos de una sociedad ordenada a Dios y moralmente ordenada al bien común .
La Eucaristía, instituida por Nuestro Señor
Jesucristo durante la Última Cena, es el sacramento central de la fe cristiana. Es la memoria viva de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo y no solo un memorial, sino un verdadero sacrificio.
Santo Tomás de Aquino, en su tratado sobre la Eucaristía, enfatiza que este sacramento es un acto supremo de amor de Dios hacia la humanidad y exige la mayor reverencia. “El más santo de los sacramentos exige la mayor reverencia”.
Transformar este acto profundamente sacerdotal en una parodia grotesca no solo es una irreverencia, sino una blasfemia grave que hiere profundamente el corazón de todos los cristianos .
La indignación expresada por líderes religiosos y figuras públicas refleja una reacción natural y justificada ante un acto de tal blasfemia. Mons. José Ignacio Munilla, Obispo de Orihuela-Alicante, no dudó en calificar la performance como un "espectáculo blasfemo y deplorable", señalando que refleja una "decadencia woke". Por su parte, el Arzobispo de Santiago, Fernando Chomalí, denunció la representación como una “parodia grotesca” y un ejemplo de “nihilismo en su máxima expresión”. El escritor y analista César Vidal también se sumó a las críticas, calificando el acto como una "nauseabunda manifestación de decadencia espiritual". Estas reacciones no son meras hipérboles, sino una defensa apasionada de lo sagrado ante un ataque descarado y blasfemo.
El Escándalo y la Cultura Anti-Cristiana
Santo Tomás de Aquino nos enseña que el escándalo es cualquier acto que conduce a otros al pecado o a la blasfemia. “El escándalo es cualquier acto que conduzca a otros al pecado o a la blasfemia” (Summa Theologica). En este sentido, la representación de la Última Cena en la ceremonia olímpica no solo ha sido un escándalo en sí mismo, sino que ha sido un ejemplo más de la creciente cultura anti-cristiana que se infiltra en nuestra sociedad.
Este escándalo se agrava con la presencia de drag queens bailando con niños, un acto que es profundamente perturbador y contrario a la pureza e inocencia que deben ser protegidas en la infancia. Nuestro Señor Jesucristo advierte con palabras contundentes sobre el escándalo: “Y al que escandalizare a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar” (Marcos 9:42). Este acto no solo es una ofensa a la santidad, sino una grave blasfemia que pone en peligro la pureza de los más vulnerables.
Un Escándalo de Dimensiones Internacionales
La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 no solo ha ofendido a la comunidad cristiana en Francia, sino que ha provocado un escándalo de dimensiones internacionales. La transmisión de este acto blasfemo a través de Mundovisión ha permitido que millones de cristianos en todo el mundo sean testigos de esta falta de respeto, de esta blasfemia contrasu fe. Este evento ha sido percibido como un desafío directo y una provocación a nivel global, exacerbando la ya creciente preocupación por la cultura anti-cristiana que se está promoviendo en diferentes esferas de la sociedad.
La magnitud del escándalo no puede ser subestimada. Líderes religiosos de diversas confesiones han expresado su solidaridad con la Iglesia Católica, reconociendo que un ataque a la Eucaristía es un ataque a todos los cristianos. “Pensamos en todos los cristianos de todos los continentes que se han sentido heridos por el ultraje y la provocación de ciertas escenas”, afirmaron los obispos franceses. Este acto ha desatado una ola de indignación y tristeza entre los fieles, quienes ven en él un símbolo de la creciente hostilidad hacia la fe cristiana en el ámbito público.
La Cultura Woke y su Impacto
La cultura "woke", que se autoproclama defensora de la inclusividad y la justicia social, da su verdadera cara se manifiesta como una ideología que rechaza y ridiculiza los valores y creencias tradicionales, especialmente los cristianos. La performance durante la inauguración de los Juegos Olímpicos es un claro ejemplo de cómo esta ideología no solo desafía, sino que busca desacralizar y desvirtuar los símbolos más sagrados de la fe cristiana. Esta cultura, bajo la apariencia de progresismo, fomenta un ambiente de intolerancia hacia las creencias religiosas, promoviendo una agenda que socava los fundamentos morales y espirituales sobre los cuales se ha construido nuestra civilización.
Una Decadencia Espiritual y Moral
César Vidal acertadamente describe este evento como una "nauseabunda manifestación de decadencia espiritual". Este calificativo no solo es apropiado, sino necesario para entender la gravedad del acto. Lo ocurrido en París no es un incidente aislado; es un síntoma de una cultura en decadencia que ha perdido su brújula moral y espiritual. Francia, una vez conocida como "la hija mayor de la Iglesia", ahora parece celebrar su propia descomposición espiritual con actos de blasfemia y depravación. Este evento simboliza la muerte de los valores que alguna vez fueron el pilar de la civilización occidental, reemplazados por una celebración de los vicios más absurdos y destructivos, podemos afirmar que La Francia ha muerto .
Un Llamado a la Reflexión y a la Acción
La representación de la Última Cena en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 es un acto de blasfemia y falta de temor a Dios. Convertir el momento en que se instituye un sacramento central de la fe cristiana en una parodia no solo ofende profundamente a los creyentes, sino que también socava los principios de respeto y reverencia que son fundamentales para una sociedad ordenada y moral. Este evento subraya la necesidad urgente de respeto hacia la Fe en el ámbito público.
Es imperativo que los fieles y defensores de la fe cristiana no permanezcan en silencio ante tales actos de blasfemia y decadencia. Debemos alzar nuestras voces en defensa de los valores de Occidente, de la Cristiandad y de la Iglesia Católica. Esta es una cuestión de fe, por ende de preservar los fundamentos morales y espirituales que sostienen nuestra civilización. Invito a todos los lectores a expresar su rechazo a esta cultura de depravación y a unirse en la defensa de nuestra fe y nuestros valores.