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EL MAL: UN AGUJERO NEGRO EN LA TRAMA LUMINOSA DEL UNIVERSO

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Introducción

El mal, esa sombra insidiosa que parece infiltrarse en cada rincón del mundo, es un misterio que ha desconcertado a la humanidad desde los albores del pensamiento. Para Leonardo Castellani, el mal no es simplemente un fenómeno a ser descrito; es un abismo que demanda ser confrontado, un vacío que resuena con el eco de la ausencia de Dios. En sus obras, Castellani aborda el mal con la fuerza de quien no teme descender al corazón de la oscuridad para vislumbrar la luz que inevitablemente se encuentra al final. Este artículo busca no solo explicar el mal desde la perspectiva de Castellani, sino sumergirnos en la profundidad de su pensamiento, dejándonos sacudir por la intensidad de sus reflexiones.

El Mal como Vacío: “El Mal es la Nada”

Leonardo Castellani, fiel a la tradición de Santo Tomás de Aquino, describe el mal como una “nada” que carece de sustancia propia. En su obra “El Apocalipsis de San Juan,” Castellani comenta: “El mal no es algo creado, no tiene una entidad en sí misma. Es una falta, un agujero negro en la trama luminosa del universo.” Aquí, Castellani nos recuerda que el mal, en su esencia más pura, no es más que la ausencia del bien, un vacío donde la luz de Dios ha sido rechazada.

Santo Tomás de Aquino afirmaba: “El mal es la privación de una perfección debida” (Summa Theologiae, I, q. 48, a. 1), y Castellani retoma esta idea, llevándola a un terreno más existencial: “La privación no es meramente una carencia, es una herida en la sustancia del ser, un grito mudo que clama por la redención.” Este grito, según Castellani, resuena en cada rincón del mundo, desde las injusticias más cotidianas hasta las grandes catástrofes de la historia.

La Realidad del Mal: “Un Misterio de Iniquidad”

El mal, para Castellani, no es una mera ausencia teórica; es una realidad palpable que se manifiesta en el dolor, en el sufrimiento, en la injusticia. En “Cristo ¿Vuelve o no Vuelve?”, Castellani reflexiona: “El mal tiene una realidad que no podemos negar, aunque esa realidad no sea más que el rostro de una ausencia. Es un misterio, un misterio de iniquidad que sólo puede entenderse a la luz de la cruz.”

San Agustín, en su “Ciudad de Dios,” aborda este misterio cuando dice: “Dios no permitiría el mal, si no supiera que puede sacar de él un bien mayor” (La Ciudad de Dios, XI, 22). Castellani, en sintonía con esta visión, afirma: “El mal es el precio de la libertad, y la libertad es el reflejo más alto de la imagen de Dios en el hombre. Pero esa libertad, cuando se desvía, puede transformar el bien en un infierno. Y sin embargo, incluso en ese infierno, la misericordia de Dios se revela como el último refugio.”

El Mal y la Libertad: “La Tragedia del Libre Albedrío”

En la obra de Castellani, la libertad humana es el teatro donde se representa la tragedia del mal. La posibilidad de elegir el mal es, según Castellani, el riesgo inherente a la grandeza de la libertad. En “Las Parábolas de Cristo,” Castellani escribe: “El hombre es libre para amar, y esa libertad implica la posibilidad de odiar. Aquí reside el drama de la existencia: el mal no es más que la consecuencia de la libertad mal usada, un riesgo que Dios permite para que el amor verdadero sea posible.”

Réginald Garrigou-Lagrange, O.P., en su obra “Providencia Divina y Confianza en Dios,” sostiene: “Dios permite el mal porque ha querido un universo donde las criaturas fueran verdaderamente libres, capaces de amarle o rechazarle” (Providencia Divina, Cap. IV). Castellani, profundizando en esta idea, afirma: “La libertad sin riesgo no es libertad. Dios quiso que el hombre fuera libre, y en esa libertad, el hombre encontró la posibilidad de su ruina. Pero también, y más importante aún, encontró la posibilidad de su salvación.”

Esta libertad, que Castellani describe con una mezcla de temor y reverencia, es la fuente tanto del mal como del bien. Es en la libre elección del hombre donde el mal puede manifestarse, pero también es allí donde se encuentra la llave de la redención. En “El Evangelio de Jesucristo,” Castellani observa: “El hombre, en su libertad, puede descender a los infiernos, pero también puede elevarse a los cielos. Esta es la paradoja del mal: es a través del mal que el hombre puede encontrar el camino de regreso al bien, si acepta la gracia.”

La Redención del Mal: “El Misterio de la Cruz”

La visión de Castellani sobre el mal culmina en la cruz. Para él, la cruz es la respuesta definitiva al problema del mal, un misterio que sólo se resuelve en el sacrificio redentor de Cristo. En “Domingueras Prédicas,” Castellani escribe: “El mal encuentra su límite en la cruz. Es allí donde el mal es absorbido, donde la nada es colmada por el infinito amor de Dios. La cruz es la respuesta al grito del mal, porque es la manifestación suprema del bien.”

Santo Tomás de Aquino afirmaba: “El bien de la gracia en una persona es mayor que el bien natural de todo el universo” (Summa Theologiae I-II, q. 113, a. 9), y Castellani, comentando esta idea, dice: “El mal, por grande que sea, es limitado. El bien, en cambio, es infinito. Y la cruz es la prueba de que el bien triunfa sobre el mal, no por la fuerza, sino por el amor.”

Para Castellani, la cruz no es solo un símbolo de redención, sino una realidad viva que sigue operando en el mundo. En “El Apocalipsis de San Juan,” concluye: “El mal puede tener su momento, pero la cruz tiene la eternidad. Y en esa eternidad, el bien no solo vence al mal, sino que lo transforma en un medio para la gloria divina.”

Conclusión: “La Luz en las Tinieblas”

Leonardo Castellani nos presenta un cuadro del mal que es tan aterrador como esperanzador. El mal es real, es profundo, es un abismo, un agujero negro en la trama luminosa del universo. Pero, en última instancia, es la nada que no puede prevalecer contra la plenitud del bien. Castellani nos llama a no huir del mal (aunque sí tenemos la obligación, bajo pena de pecado grave, de alejarnos de las ocasiones próximas de pecado mortal), sino a enfrentarlo con la certeza de que, en Cristo, el mal ya ha sido derrotado. La cruz es el signo definitivo de esta victoria, donde el amor infinito de Dios absorbe y transfigura la oscuridad en luz, el vacío en plenitud, y la muerte en vida.

En un mundo que parece estar cada vez más sumido en las tinieblas, Castellani nos recuerda que “la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la han vencido” (Juan 1:5). La cruz es la prueba tangible de que el mal es efímero, mientras que el bien es eterno. En la cruz, la nada del mal es consumida por el todo del amor divino, y es en esta luz donde encontramos no solo la respuesta al mal, sino la esperanza de la redención.

Referencias Bibliográficas

 1. Castellani, Leonardo. El Apocalipsis de San Juan. Ediciones Dictio, 1980.

 2. Castellani, Leonardo. Cristo ¿Vuelve o no Vuelve? Editorial Vórtice, 1967.

 3. Castellani, Leonardo. Las Parábolas de Cristo. Ediciones Losada, 1946.

 4. Castellani, Leonardo. El Evangelio de Jesucristo. Editorial Theoría, 1952.

 5. Castellani, Leonardo. Domingueras Prédicas. Ediciones Gente, 1960.

 6. Santo Tomás de Aquino. Summa Theologiae, traducido por Antonio de la Torre, BAC, Madrid, 2001.

 7. San Agustín de Hipona. Confesiones. Editorial Ciudad Nueva, Madrid, 2009.

 8. San Agustín de Hipona. La Ciudad de Dios. Editorial Tecnos, Madrid, 2010.

 9. Réginald Garrigou-Lagrange, O.P. Providencia Divina y Confianza en Dios. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1959.



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