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EL CANTO DEL GALLO: VOZ DE LOS SANTOS Y TESTIMONIO DE LA VERDAD

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En la quietud de la noche, cuando la oscuridad parece reinar sin fin, el canto del gallo se alza con firmeza, rompiendo el silencio como una luz inesperada que atraviesa las sombras. Así como el gallo, cuyo canto despertó la conciencia de San Pedro en su negación, el cristiano auténtico es llamado a levantar su voz, a proclamar la verdad y la fidelidad a Cristo en un mundo que lo niega. Los santos de la Iglesia han sido como ese gallo, vigilantes, incansables, advirtiendo y despertando a las almas que, como Pedro, a veces se extravían.

San Agustín nos recuerda que el gallo, al cantar, anuncia el despertar, no solo del día, sino de las conciencias adormecidas: “El gallo canta y el alma despierta de su sueño de error”. El alma, en su fragilidad, muchas veces se asemeja a Pedro, que promete seguir a Jesús hasta el final, pero en el momento de la prueba, se desploma. “Me negarás”, le dice Cristo con ternura, sabiendo que la negación no es el fin, sino el comienzo del arrepentimiento. San Juan Crisóstomo nos enseña que la fragilidad de Pedro es la fragilidad de todos, pero su llanto, su amargo llanto, es el camino hacia la redención. “Pedro lloró y en sus lágrimas se lavó de su falta. El Señor lo miró, no para condenarlo, sino para recordarle que su amor es más fuerte que la traición”.

Ese mismo gallo sigue cantando hoy, no para avergonzarnos, sino para despertarnos. ¿Cuántos hoy, dentro de la misma Iglesia, niegan a Jesús? Lo niegan cada vez que lo reducen a un líder más entre tantos, cada vez que ignoran la Santísima Eucaristía, olvidando que no es un símbolo, sino el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Como dice San Pío X en su encíclica Pascendi, “la Iglesia no está para acomodarse al mundo, sino para transformarlo por la verdad del Evangelio”. Hoy, muchos hombres de Iglesia han sucumbido a los deseos del mundo, rebajando la fe a mera sociología, hablando de pecados no como ofensas a Dios, sino como simples “fragilidades”. Pero la verdad no cambia: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, dice Cristo, y San Atanasio nos enseña que el cristiano debe gritar esta verdad, incluso cuando el mundo entero lo niegue.

¡Qué valentía la de San Atanasio, que en medio de la crisis arriana, cuando parecía que toda la Iglesia se inclinaba al error, se mantuvo firme! “Athanasius contra mundum” —Atanasio contra el mundo—, así se le conoce, porque él no temió proclamar la verdad aunque pareciera estar solo. ¿Y nosotros? ¿Estamos dispuestos a ser ese gallo que canta en medio de la noche, recordando al mundo que Cristo es Rey? San Vicente de Lérins nos exhorta: “Sigue la fe que ha sido creída siempre, en todas partes y por todos”. No podemos cambiarla para agradar al mundo, porque no es nuestra, es de Cristo, y a Él debemos ser fieles.

El gallo cantó y Pedro recordó. Nosotros también necesitamos ese recordatorio constante. Necesitamos santos que nos despierten con su ejemplo y con su palabra. San Pío X, el defensor de la pureza de la doctrina, nos advierte en su encíclica Pascendi sobre los peligros del modernismo, que busca una “nueva iglesia”, una iglesia sin cruz, sin sacrificio, sin Cristo. Pero no existe tal cosa. La Iglesia de Cristo es una, santa, católica y apostólica, y nada ni nadie puede cambiarla.

Como San Gregorio Magno nos dice: “Es mejor ser perseguido por proclamar la verdad que ser aplaudido por esconderla”. Hoy, aquellos que hablan abiertamente de Cristo, que defienden la fe de siempre, son ridiculizados, calumniados, puestos aparte. Pero, ¿qué importa? Como dice San Ignacio de Antioquía, “Prefiero morir por Cristo que reinar sobre los confines de la tierra”. Esa es la fe que debemos proclamar, esa es la verdad que el gallo canta cada vez que se oye su voz.

El Evangelio, el Catecismo de San Pío X, los Sacramentos de la Iglesia, son nuestra lección. ¡Qué grande es ser ese gallo que canta en medio de la noche oscura del mundo moderno, recordando a todos que Cristo es el único Salvador! Cantar no para recibir aplausos, sino para ser fieles. San Pedro, redimido por su arrepentimiento, nos enseña que incluso los más débiles pueden llegar a amar a Cristo por encima de todo.

Hoy, el gallo canta nuevamente, como en aquella primera mañana de arrepentimiento. Que no nos encuentre dormidos. Cantemos con él, con los ojos cerrados, porque nos sabemos la lección de memoria: Cristo es nuestro Señor, y fuera de Él no hay salvación. No seremos muchos, pero seremos fieles. Como nos recuerda San Pablo: “Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?” Que venga la oscuridad, que vengan las pruebas. Seremos el gallo que canta en el corazón de la noche, proclamando la luz de Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, único Salvador del mundo.

¡Anímate a ser ese gallo que canta fuerte cuando todos callan, a ser fiel cuando todos se doblan, a proclamar la verdad cuando todo parece perdido! Cristo vive, su Verdad permanece, y su Iglesia, nuestra Iglesia, la de siempre, seguirá proclamando su nombre hasta el fin de los tiempos.

OMO

BIBLIOGRAFÍA

 1. SAN AGUSTÍN. Confesiones. Editorial Gredos, Madrid, 1996.

 2. SAN JUAN CRISÓSTOMO. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo. Editorial Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1955.

 3. SAN PÍO X. Pascendi Dominici Gregis. 1907. Disponible en línea en: Vatican.va.

 4. SAN LEÓN MAGNO. Sermones y Cartas. Editorial Ciudad Nueva, Madrid, 2004.

 5. SAN VICENTE DE LÉRINS. Commonitorium. Biblioteca de Patrística, Madrid, 2000.

 6. SAN ATANASIO. Cartas contra los arrianos. Editorial BAC, Madrid, 1994.

 7. SAN GREGORIO MAGNO. Homilías sobre el Evangelio. Editorial BAC, Madrid, 1996.

 8. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA. Cartas. Editorial Ciudad Nueva, Madrid, 1999.

 9. SAN PABLO. Epístola a los Romanos, en Sagrada Biblia. Editorial Rialp, Madrid, 1996.

 10. SÍ SÍ NO NO. Donde el Gallo Canta. 16/09/2019. Disponible en: https://adelantelafe.com/donde-el-gallo-canta/.


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