Por el padre Benjamín Martín Sánchez
¿En qué consiste la adulación? En alabar a uno en su presencia, por encima de sus merecimientos, contra la propia persuasión y con mira del propio interés. Los aduladores son unos engañosos, «son hipócritas, y no buscan sino su ganancia». San Bernardo dice que es de hombres viles inclinarse y humillarse donde espera ganar alguna cosa... Las alabanzas nuestras sólo son mentiras; alegrarse de las alabanzas, es lo más vano. Los amigos de contar fábulas son alabados, y los que alaban son mentirosos. Engañamos a los que adulamos: los aduladores mienten.
El mismo San Bernardo dice: El adulador que ha perdido ya su alma, busca el medio de perder la vuestra, porque sus palabras no son más que iniquidad y fraude...Despreciad, pues las lisonjas, despreciad las promesas. La alabanza lisonjera, que es peligrosa, cuando el pecador es alabado según los deseos de su alma... Las palabras del adulador son más suaves que el aceite, pero son dardos envenenados.
San Agustín nos dice: «La adulación es una falsa alabanza... Tenemos dos clases de enemigos: los que nos vituperan y desgarran nuestra honra, y los que nos adulan; pero el adulador es más temible que el verdugo y el calumniador, su lengua es más peligrosa que la cuchilla del verdugo».
La Sagrada Escritura habla fuertemente contra los aduladores, y así nos dice: «El que adula a su prójimo, tiende un lazo a los pies de éste» (Prov 29,5). «Más vale ser reprendido del sabio, que seducido con las lisonjas de los necios» (Ecle. 7,6). «Los que producen divisiones y escándalos., con discursos y lisonjas seducen los corazones de los incautos» (Rom 16,17-18). «Como el crisol prueba el oro y la plata, así las alabanzas prueban al hombre» (Prov 21).
«El adulador es infaliblemente tu murmurador, pues no hay amor donde no hay verdad...Alabarse a sí mismo es dar a besar el propio retrato a los circunstantes».
«El adulador de sí mismo es el peor de los aduladores. Alabarse uno a sí mismo es cosa torpe, vergonzosa y ridícula. Esto es propio del ignorante y orgulloso» (Id.).
Alegraos cuando os vituperan, y jamás cuando os alaben. Mira a los aduladores como enemigos, los más peligrosos y detestables (Pitágoras).
«El que bien se conoce tiénese por vil, y no se complace en las alabanzas humanas...El que hace caso omiso a las alabanzas y de los vituperios se mantiene en una gran serenidad» (Kempis).
«No queramos ser alabados sino es de Dios. Que el hombre os alabe o deje de alabaros, nada perdéis. Aunque el hombre os vitupere, no puede heriros. La alabanza de Dios es la única preciosa, así como el vituperio que viene de Dios es el único temible» (S. J. Crisóstomo).
“LOS MALES DE LA LENGUA”