El Libro del Génesis, más que una simple narración del origen del mundo, constituye el fundamento de toda la obra redentora de Dios. San Lorenzo de Brindis, Doctor de la Iglesia y maestro en exégesis bíblica, en su obra “Explanatio in Genesim” profundiza en esta idea, mostrando cómo los primeros capítulos del Génesis no solo relatan la creación, sino que anuncian el plan divino para la salvación de la humanidad. Este artículo explora cómo San Lorenzo teje su comentario en torno a la creación, caída y redención, mostrando que el Génesis es el mapa teológico del plan de Dios para llevar a la humanidad de regreso a la comunión plena con Él.
INTRODUCCIÓN: EL GÉNESIS COMO ANUNCIO DEL PLAN DE SALVACIÓN
El Génesis, en la lectura de San Lorenzo de Brindis, no es una simple narración histórica. Para él, el relato de la creación, la caída y la promesa de redención contenida en este libro no es otra cosa que el primer anuncio del plan de Dios para la humanidad. En el Génesis, Dios revela cómo, desde la creación del mundo, ha dispuesto un plan divino que culmina en la salvación a través de Cristo.
San Lorenzo nos dice: “Desde el principio, todo lo que existe fue creado con un fin: la unión del hombre con Dios. El Génesis nos muestra, no solo el origen del hombre, sino su destino último, la participación en la vida divina” (Explanatio in Genesim). Este pensamiento tiene un eco poderoso en San Ireneo de Lyon, quien, al hablar de la creación en su obra Adversus Haereses, señala: “Dios no creó al hombre para que existiera en el vacío, sino para que compartiera su vida. Toda la historia de la creación es el principio de una historia de redención” (Libro IV, 20, 2).
Así, el Génesis es más que una narración de los primeros días del mundo; es el fundamento de toda la economía de la salvación. Desde la creación de la luz hasta la creación del hombre, todo está orientado hacia un solo propósito: la restauración de la humanidad a su lugar original en la comunión con Dios.
LOS DÍAS DE LA CREACIÓN: MANIFESTACIÓN DEL ORDEN Y LA SABIDURÍA DIVINA
San Lorenzo de Brindis observa en los días de la creación un testimonio del orden y la sabiduría de Dios. Cada día está cuidadosamente estructurado, culminando en la creación del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios. Esta secuencia, lejos de ser casual, es una expresión perfecta del plan divino.
San Lorenzo comenta: “Dios, en su infinita sabiduría, creó todo de manera progresiva, haciendo cada cosa en su momento para mostrar que su obra es perfecta, ordenada y completa” (Explanatio in Genesim). Este punto es desarrollado también por Santo Tomás de Aquino en su Summa Theologiae: “El orden del universo refleja la disposición de la sabiduría divina, que distribuye todo lo que existe en relación con su fin último, Dios mismo” (STh I, q. 47, a. 1).
San Basilio Magno, en sus Homilías sobre el Hexaemerón, refuerza este punto al decir: “En cada etapa de la creación, Dios manifiesta su poder y su bondad, y todas las cosas creadas son un reflejo de su sabiduría eterna” (Homilía I, 2). Así, los días de la creación en el Génesis no son solo una serie de eventos, sino una revelación gradual del plan divino para llevar a toda la creación a su perfección, centrada en el hombre.
LA CREACIÓN DEL HOMBRE: IMAGEN DE DIOS Y EL DESTINO DE LA HUMANIDAD
La creación del hombre a imagen de Dios es, para San Lorenzo, el punto culminante del Génesis. No es solo un hecho aislado, sino que prefigura el destino final de la humanidad: la plena unión con Dios a través de Cristo. La Imago Dei no solo significa que el hombre es un ser racional, sino que está llamado a vivir en comunión con su Creador.
San Lorenzo escribe: “El hombre es más que una criatura entre otras. Al ser creado a imagen de Dios, lleva en sí mismo la capacidad de conocer, amar y participar en la vida divina” (Explanatio in Genesim). Esta enseñanza está en profunda armonía con la obra de San Ireneo de Lyon, quien dice: “El hombre, hecho a imagen de Dios, fue creado para alcanzar la visión y comunión con Dios, su creador, y solo en esa comunión encuentra su verdadero ser” (Adversus Haereses, Libro IV, 20, 5).
Asimismo, San Agustín, en su Confesiones, declara: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones, I, 1). Esta inquietud del corazón humano es un reflejo del plan divino: el hombre fue creado con el destino de regresar a Dios, y el Génesis no solo muestra su origen, sino su destino eterno.
EL PECADO ORIGINAL: LA RUPTURA DEL PLAN DIVINO
La caída del hombre en el pecado original, según San Lorenzo, es el momento en que la humanidad se desvía del plan divino. Adán y Eva, al desobedecer, no solo pierden la gracia, sino que rompen la comunión con Dios, afectando a toda la creación.
San Lorenzo describe este evento con claridad: “El pecado de Adán no solo trajo muerte al cuerpo, sino que oscureció la luz del alma, que había sido creada para participar en la vida de Dios” (Explanatio in Genesim). San Agustín, en su obra De Civitate Dei, comenta sobre esta ruptura: “Con el pecado de Adán, la humanidad cayó en la muerte espiritual, y solo la gracia divina puede restaurar lo que se ha perdido” (Libro XIII, 14).
San León Magno también profundiza en esta idea cuando dice: “El hombre, creado para la inmortalidad, perdió este don por su desobediencia, pero en Cristo, el Nuevo Adán, se ha restaurado la vida” (Homilía 3 sobre la Pasión). El pecado original, entonces, no es solo una falta moral, sino una ruptura en el plan divino que Dios, en su misericordia, se ha propuesto restaurar a través de Cristo.
CRISTO, EL NUEVO ADÁN: TIPOLOGÍA Y RESTAURACIÓN DEL PLAN
San Lorenzo profundiza en la tipología bíblica, mostrando que Cristo es el Nuevo Adán que viene a restaurar el plan divino de la salvación. Si Adán introdujo el pecado en el mundo, Cristo introduce la gracia, restableciendo la comunión perdida con Dios.
San Lorenzo escribe: “Cristo, el Nuevo Adán, viene a corregir lo que Adán dañó. Por su obediencia, repara la desobediencia del primero, trayendo vida donde antes había muerte” (Explanatio in Genesim). San Pablo lo expresa de manera similar en su Carta a los Romanos: “Así como por la desobediencia de un hombre todos fueron constituidos pecadores, así por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos” (Rom. 5, 19).
San Cirilo de Alejandría, en su comentario sobre el Evangelio de Juan, afirma: “Cristo es el nuevo principio de la humanidad, pues con Él se inaugura una nueva creación, libre de las cadenas del pecado” (Comentario a Juan, Libro I). Cristo, entonces, es la clave del plan divino que se desarrolla desde el Génesis: su misión es restaurar lo que el pecado había corrompido.
LA VIDA EN EL JARDÍN DEL EDÉN: UN MODELO PARA LA VIDA CRISTIANA
Para San Lorenzo, el Jardín del Edén es más que un lugar en la historia; es un estado espiritual que representa la comunión perfecta del hombre con Dios. La vida en el Edén es un modelo para la vida cristiana, que busca restaurar esa comunión a través de la gracia.
San Lorenzo explica: “El Edén no es solo un lugar físico, sino un estado de gracia donde el hombre vivía en paz con Dios y consigo mismo” (Explanatio in Genesim). San Bernardo de Claraval, en su obra De Diligendo Deo, nos invita a buscar ese estado: “El hombre, creado para amar a Dios, solo encontrará la verdadera paz cuando regrese a esa unión con su Creador” (Cap. VII).
El mensaje de San Lorenzo es claro: la vida cristiana es una peregrinación de regreso al Edén, un viaje espiritual que busca restaurar la comunión con Dios, rota por el pecado, pero restaurada en Cristo. La plenitud de esta comunión se alcanzará solo en la vida eterna, cuando la humanidad vuelva a su origen, en la comunión perfecta con Dios.
CONCLUSIÓN: EL GÉNESIS COMO FUNDAMENTO DEL PLAN DIVINO
El comentario de San Lorenzo de Brindis sobre el Libro del Génesis no es solo una reflexión sobre los orígenes del mundo, sino una proclamación del plan divino para la redención de la humanidad. Cada capítulo del Génesis revela una parte del plan de Dios, que culmina en la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.
San Lorenzo nos invita a ver en el Génesis no solo el principio de la historia humana, sino el fundamento del plan divino que guía toda la creación hacia su destino final: la comunión plena con Dios. Esta es la gran enseñanza del Génesis: que desde el principio, Dios tenía un plan, y ese plan es la salvación de su pueblo.
Santo Tomás de Aquino lo resume de manera perfecta: “Todo lo que Dios ha hecho desde la creación tiene un solo fin: llevar al hombre a la comunión perfecta con Él, que es la bienaventuranza eterna” (STh I-II, q. 1, a. 8).
OMO
BIBLIOGRAFÍA:
1. San Lorenzo de Brindis, Explanatio in Genesim.
2. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae.
3. San Agustín, Confesiones y De Civitate Dei.
4. San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses.
5. San Basilio Magno, Homilías sobre el Hexaemerón.
6. San León Magno, Homilías sobre la Pasión.
7. San Bernardo de Claraval, De Diligendo Deo.
8. San Cirilo de Alejandría, Comentario al Evangelio de Juan.
9. San Justino Mártir, Diálogo con Trifón.