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VIACRUCIS DE UN NIÑO

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“En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos
de estos hermanos míos más pequeños,
a mí me lo hicisteis.” (Mateo 25: 40).


1ª Estación:
Jesús es condenado a muerte.
Igual que tú, Señor, he sido condenado a muerte. ¡Yo... antes de nacer!
El amor no me ha llamado a la vida y por eso nadie me ama.

2ª Estación:
Jesús carga la Cruz.
Me han cargado con el estigma de "no deseado", se me considera una desgracia, una carga no querida, una complicación y me rechazan. Debo desaparecer.

3ª Estación:
Jesús cae por primera vez.
Me han convertido en un problema, un caso, nadie me considera una persona... sólo soy un "caso de embarazo no deseado", un inoportuno del cual fácilmente se pueden deshacer.

4ª Estación:
Jesús se encuentra con su Santa Madre.
Tu encuentro con María, tu madre, Señor, ha sido muy doloroso y triste, pero yo no tengo una madre como tú, que me consuele y llore por mí. Por el contrario, la mía será una mujer que me entregará para que me maten.

5ª Estación:
Simón el cirineo, ayuda a Jesús a cargar la cruz.
A ti, Señor, te han ayudado a llevar tu cruz, a mí nadie me ayuda ni se compadece de mí...
A mi madre le darán anestésicos para que no sufra cuando yo me esté muriendo...

6ª Estación:
Verónica limpia el rostro de Jesús.
¡Oh, Jesús, si a mí pudiera consolarme y ayudarme una Verónica en mi impotencia e indefensión!
Nadie está enterado ni entiende mi desgracia, mi tragedia personal. Nadie me defiende. ¿Por qué callan las leyes? ¿Por qué callan los cristianos? ¿Por qué dicen que no hay que estar hablando de esto habitualmente?

7ª Estación:
Jesús cae por segunda vez.
Mientras yo sea así de pequeño e indefenso, fácilmente me pueden destruir.
Mi padre hace cálculos a nivel económico, cuánto le puede llegar a costar, en lo referente a la crianza, educación, etc.
Económicamente soy una carga, eso me hará caer. Evidentemente mi muerte es más barata, menos gasto, es el argumento de más peso... el que decidió mi suerte.

8ª Estación:
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
¡Jesús, mucho no te han ayudado el llanto de las mujeres de Jerusalén, ellas no han podido evitar tu muerte!
Cómo a mí... ¿de qué me sirven los tan proclamados derechos y las leyes, si en vez de protegerme abren y allanan el camino a mi muerte?

9 Estación:
Jesús cae por tercera vez.
¡La situación es clara, debo morir! Las planificaciones del más alto nivel mundial, las llamadas "políticas de población" así lo han decidido... justo para mí no hay espacio ni lugar en este ancho y largo mundo...Lo han decidido: debo de caer, debo de morir.

10 Estación:
Jesús es despojado de sus vestiduras.
Antes de crucificarte, Señor, te han despojado de tus vestiduras, yo en cambio todavía no tengo nada que me cubra... sólo esta delicada piel de la cual me tomarán firmemente y ¡la desgarrarán! No podrán despojarme de vestidura alguna porque no la poseo, pero sí de mi vida.

11ª Estación:
Jesús es clavado en la Cruz.
A ti te han clavado en una cruz. A mi cuerpo lo despedazarán y desgarrarán. Concienzudamente serán contados todos mis restos... no sea que incluso pueda llegar a provocar una infección. A eso me reducen: a una posible infección.

12ª Estación:
Jesús muere en la cruz.
Tú te estás muriendo... y yo también. Tú eres inocente... igual que yo. Mueres perdonando. Perdona también, Señor, a quienes debiendo llenarme de amor arrebatan mi vida de este modo, sin que yo pueda hacer nada por evitarlo.

13ª Estación:
Jesús es bajado de la Cruz.
Muerto tú has sido recogido por los brazos amorosos de tu afligida madre, y así nuevamente te acunó sobre el seno que te dio la vida...
Pero a mí... nadie me recoge, sólo soy un mal recuerdo, una carga que pesa gravemente sobre la conciencia...

14ª Estación:
Jesús es colocado en el sepulcro.
A ti te depositaron en un sepulcro, a mí... en un recipiente de desperdicios, de basura.
Han olvidado que la vara que utilizarás el Día del Juicio tú ya la has señalado: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” (Mateo 25: 40). 
Y mientras espero ese día, cuando con profundo dolor deberé testificar contra "mis padres", ruego con todo mi amor de hijo, como tú me enseñaste... Padre, perdónalos, como yo los he perdonado, que se arrepientan y abran a tiempo sus ojos, porque ¡no saben lo que hacen!


Publicado por CATOLICIDAD con ligeras variaciones. Tomado de varios sitios católicos de la red. Autor: Richard Thalmann.

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