Ofrenda a Teodoro Herzl. 26 V 2014. Imagen video de Euronews. |
Ha causado asombro y desconcierto entre muchos católicos el reciente homenaje que el papa Francisco brindó frente a su tumba a Teodoro Herzl, padre del movimiento sionista, en una actitud opuesta a la de su predecesor el papa San Pío X (un santo pontífice canonizado), como puede constatarse AQUÍ. Es verdad que un acto de esta naturaleza no tiene nada que ver con el carisma de la infalibilidad que el Romano Pontífice posee cuando enseña en determinadas y específicas condiciones sobre Fe y Moral, pero sólo hace casi un año cuando pusimos un post narrado por el propio Herzl sobre su entrevista -en 1904- con San Pío X, hubiera parecido inimaginable este hecho meramente diplomático, porque no sólo era una actitud diametralmente contraria a la de San Pío X, sino porque también existía el antecedente que los anteriores pontífices que viajaron a Tierra Santa cuidadosamente evitaron realizarlo. También resultaba impensable porque ello generaría ofensas graves a los palestinos, como en efecto ha ocurrido.
San Pío X dijo el 26 de enero de 1904 a Teodoro Herzl (el ahora homenajeado por S.S. Francisco), quien le pedía apoyo para la creación del Estado de Israel: "No podemos favorecer vuestro movimiento. No podemos impedir a los judíos ir a Jerusalén, pero no podemos jamás favorecerlo. La tierra de Jerusalén si no ha sido sagrada, ha sido santificada por la vida de Jesucristo. Como jefe de la Iglesia no puedo daros otra contestación. Los judíos no han reconocido a Nuestro Señor. Nosotros no podemos reconocer al pueblo judío (...) La fe judía ha sido el fundamento de la nuestra, pero ha sido superada por las enseñanzas de Cristo y no podemos admitir que hoy día tenga alguna validez. Los judíos que debían haber sido los primeros en reconocer a Jesucristo, no lo han hecho hasta hoy." Y agregó: "Nuestro Señor vino al mundo sin poder. Era pobre. Vino en paz. No persiguió a nadie. Fue abandonado aún por sus apóstoles. No fue hasta más tarde que alcanzó su verdadera estatura. La Iglesia empleó tres siglos en evolucionar. Los judíos tuvieron, por consiguiente, todo el tiempo necesario para aceptar la divinidad de Cristo sin presión y sin violencias. Pero eligieron no hacerlo y no lo han hecho hasta hoy".
Naturalmente, como ya explicamos el acto meramente diplomático del papa Francisco no involucra un juicio infalible, pues no liga a la conciencia católica y por lo tanto no escapa a la licitud de diversos criterios sobre su acertividad o conveniencia, sin menoscabo de la actitud respetuosa que como súbdito se impone a todo católico. No es un acto que obligue a la conciencia católica ni es propiamente un acto del magisterio del Papa. De ahí que se recuerda el amplio margen de libertad que tiene el católico tal como se sintetiza en el tradicional adagio de San Agustín: “In dubiis libertas, in necesariis unitas, in omnia charitas”, "En la dudoso libertad, en lo necesario unidad, en todo caridad". Con esta sentencia de San Agustín se ponía fin a una larga discusión sobre los márgenes de acción intelectual que los cristianos teníamos dentro de la Iglesia.
¿Qué quiere decir esto? Que salvo en materias que son dogmas de fe o definiciones sobre moral -es decir, que son obligatorias siempre y en todo lugar para todos los católicos sin excepciones ni restricción, porque debemos creer aquello que la Iglesia nos manda creer y que el Santo Padre ha enseñado con las estrictas condiciones que supone su infalibilidad- tenemos libertad de opinar y pensar lo que sea siempre que nos mantengamos fieles en el espíritu a las dos fuentes de la Revelación que son las Sagradas Escrituras y la Tradición.
San Pío X y Teodoro Herzl |
Naturalmente, como ya explicamos el acto meramente diplomático del papa Francisco no involucra un juicio infalible, pues no liga a la conciencia católica y por lo tanto no escapa a la licitud de diversos criterios sobre su acertividad o conveniencia, sin menoscabo de la actitud respetuosa que como súbdito se impone a todo católico. No es un acto que obligue a la conciencia católica ni es propiamente un acto del magisterio del Papa. De ahí que se recuerda el amplio margen de libertad que tiene el católico tal como se sintetiza en el tradicional adagio de San Agustín: “In dubiis libertas, in necesariis unitas, in omnia charitas”, "En la dudoso libertad, en lo necesario unidad, en todo caridad". Con esta sentencia de San Agustín se ponía fin a una larga discusión sobre los márgenes de acción intelectual que los cristianos teníamos dentro de la Iglesia.
¿Qué quiere decir esto? Que salvo en materias que son dogmas de fe o definiciones sobre moral -es decir, que son obligatorias siempre y en todo lugar para todos los católicos sin excepciones ni restricción, porque debemos creer aquello que la Iglesia nos manda creer y que el Santo Padre ha enseñado con las estrictas condiciones que supone su infalibilidad- tenemos libertad de opinar y pensar lo que sea siempre que nos mantengamos fieles en el espíritu a las dos fuentes de la Revelación que son las Sagradas Escrituras y la Tradición.
Cuando existe una clara contradicción entre dos pontífices es evidente que alguno atina y otro no. ¿Cuál atina? San Vicente de Lerins, Padre de la Iglesia, señala como norma para acertar el "adherirse a la antigüedad" (CONMONITORIO), esto es: decir y hacer lo que siempre se ha dicho y hecho. ¿Quién no atina? El que innova y se aleja de esta norma. Suponer dos hechos contrarios como igualmente buenos resulta contra la lógica y el católico no está obligado a creer en lo absurdo (aunque hay algunos que equivocadmente eso suponen). Chesterton lo resumía así: “Cuando entro en una Iglesia me quito el sombrero, no la cabeza”.
Es el propio papa Francisco -que sabe cuáles son los límites de la infalibilidad y la posibilidad de errar- quien explica la necesidad de que se le den otras opiniones, por lo que acertadamente ha dicho: "Por ejemplo, a mí me gusta cuando una persona me dice: 'Yo no estoy de acuerdo', y esto lo he encontrado. 'Yo esto no lo veo, no estoy de acuerdo, yo se lo digo y luego haga lo que quiera': alguien que te dice eso es un verdadero colaborador, y eso lo he encontrado. Pero esos que te dicen: «Ay, qué bonito, qué bonito, qué bonito», y luego dicen lo contrario en otra parte, todavía no me he dado cuenta. Quizás hay alguno". Y evidente es que poner una ofrenda floral y homenajear a un determinado difunto, en un acto opuesto a lo dicho y hecho por un pontífice canonizado que, además, viene a contrariar seriamente -y sin necesidad- al mundo musulmán, no entra en el campo de infalibilidad ni tiene garantizada su acertividad. Y esto se puede y debe decir con todo el respeto a la investidura de la autoridad, actuando como súbditos que aman a su Iglesia.
Cualquier autoridad puede equivocarse, como a cualquier laico puede sucederle. Sólo el Santo Padre, y en las condiciones especialísimas cuando es infalible no puede errar. Y con la debida reverencia y como súbditos podemos opinar en temas opinables, buscando siempre lo que es mejor y el bien mismo de la Iglesia. La Iglesia no es timorata y como Madre deja abierta esa libertad a sus hijos, contrariamente a lo que opinan algunos que sí lo son por ignorancia, es decir aquellos que acertadamente criticaba el papa Francisco por siempre decir: «Ay, qué bonito, qué bonito, qué bonito».
Léase aquí la entrevista de S.S. San Pío X con Teodoro Herzl que publicamos hace casi un año: CRÓNICA DE UNA AUDIENCIA PAPAL HISTÓRICA
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