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EL HOMBRE ES JUSTIFICADO POR LAS OBRAS Y NO SOLAMENTE POR LA FE

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Lutero, con su soberbia, corregía la plana a Dios mismo y a su Revelación para inventar la herejía de la salvación por la Sola Fe.



La Iglesia enseña que nadie se condena sin culpa personal y que para salvarse se requieren tanto la FE como las buenas OBRAS. Ni la fe sola justifica –como inventan los protestantes- ni sólo las buenas obras justifican. AMBAS SON NECESARIAS PARA LA SALVACIÓN. Dios otorga gratuitamente el don de la fe a quien lo busca sinceramente. Dios puede utilizar, para ello, tanto medios ORDINARIOS como EXTRAORDINARIOS en cualquier momento de la vida del hombre –incluso en su agonía- pues es absolutamente cierto que nadie se condena sin culpa personal.

Dice la palabra de Dios: “Sin fe es imposible agradar a Dios, porque ES PRECISO que el que se llega a Dios crea (en) su ser y que es remunerador de los que le buscan” (Heb XI, 6), pero también enseña que “la FE si no tiene OBRAS, está realmente muerta” (Santiago Cap II, 14 a 26) y señala que los demonios “creen y tiemblan”, pues no basta la pura fe para salvarse sino que ambas son necesarias, es decir tanto la fe como las buenas obras son necesarias para salvarse. Entendiéndose como OBRAS (o buenas obras) el obrar todo de acuerdo con la voluntad de Dios, lo que implica vivir en gracia y obedeciendo toda la ley divina. Quien vive y muere así, se salva (en caso de perder la gracia se recupera con un acto de contrición perfecta –por amor a Dios- en tanto hay oportunidad de confesarse o una buena confesión, que implica necesariamente el arrepentimiento y el propósito de enmienda). Luego cuando la Iglesia con el apóstol Santiago enseña y habla de las buenas obras, no se refiere a una simple o eventual obra de caridad sino a la sumisión plena de la voluntad del hombre a la voluntad de Dios, lo que implica vivir y morir en gracia.

G. K. Chesterton narra como Martín Lutero sufría irracionales ataques de furia y se refiere a que en uno de ellos arrancó de la Biblia la epístola de Santiago. El mismo Lutero señala su posición sobre este tema en el prólogo del Nuevo Testamento de su Biblia de Septiembre:“Hay que distinguir entre libros y libros. Los mejores son el evangelio de S. Juan y las epístolas de S. Pablo, especialmente la de los Romanos, los Gálatas y los Efesios, y la 1ª epístola de S. Pedro, estos son los libros que te manifiestan a Cristo y te enseñan todo lo que necesitas para la salvación; aunque no conozcas ningún otro libro. La epístola de Santiago, delante de éstas, no es más que paja, pues no presenta ningún carácter evangélico”. Prólogo del Nuevo Testamento de 1546 (Bibel VI, 10).

O sea, que se autonombraba árbitro a favor de los pasajes que le gustaban y suprimía de la Biblia aquello que contradijera sus herejías. En este caso y para decirlo claramente: Le corregía la plana a Dios mismo y a su Revelación para inventar la herejía de la salvación por la Sola Fe.

Veamos que no le gustaba a Lutero de la Palabra de Dios:
“¿DE QUÉ SIRVE, HERMANOS MÍOS, QUE ALGUIEN DIGA: «TENGO FE », SI NO TIENE OBRAS? ¿ACASO PODRÁ SALVARLE LA FE? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe. ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan. ¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? Abraham nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección? Y alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice: Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia y fue llamado amigo de Dios.» Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. Del mismo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino? PORQUE ASÍ COMO EL CUERPO SIN ESPÍRITU ESTÁ MUERTO, ASÍ TAMBIÉN LA FE SIN OBRAS ESTÁ MUERTA”
Santiago 2,14-26.


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