Al errado de buena fe hay que atraerlo de un modo correcto, pero sin menoscabo de la integridad de nuestra fe; pues logra más una gota de miel que un jarro de hiel. La verdad dicha con sabor a acíbar siempre será rechazada. Un celo amargo nunca dará un buen resultado. No se debe ocultar parte de la verdad para agradar, sino decirla íntegra -cuantas veces sea conveniente- pero de manera tal que convenza. Quien así la rechace, será responsable ante Dios. De otra forma, el responsable serás tú.
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