El Evangelio del fariseo y del publicano nos vuelve a recordar lo abominable que es el orgullo y lo hermoso que es la humildad.
El fariseo se decía: “Yo no soy como los demás…”; ¡qué orgullo detestable! ¡Cuántos de nosotros si no decimos lo mismo, al menos lo pensamos!
Y después el fariseo añadía: “Yo no soy como ese publicano…”; ¡Que juicio temerario tan abominable!
Y con este juicio temerario, hundía en su estimación al pobre publicano, lo hacía menos, lo consideraba gran pecador, lo despreciaba; y eso que en la presencia de Dios, el publicano, con sus primeros actos de arrepentimiento y de humildad, ya estaba justificado!
¡Cuántos de nosotros, quizás, nos parecemos a este fariseo! ¡Cuántas veces, por nuestros juicios temerarios, hundimos a nuestro prójimo, lo pisamos, lo despreciamos!
- Vemos a algún varón, hablando con alguna mujer, y ya pensamos que hay algo entre ellos;
- Vemos a alguien, tomándose una cerveza, y ya pensamos que es un borracho!;
- El marido llega algunos días un poco tarde a la casa, y ya pensamos lo peor;
- Una señora da una buena donación a la iglesia, y ya pensamos: “¡lo hizo para presumir, para que la vieran, por vanagloria!, ¡ah, es que ella es rica, no le duele dar!”.
¡Cuántos juicios temerarios cometemos cada día, a cada hora! El juicio temerario, es la sopa de cada día, más bien, ¡es el veneno de cada día!
- Un compañero llega un poco tarde al trabajo y ya pensamos: “es un incumplido, es un perezoso”;
- Ven que su superior, que su jefe, tiene tal y tal defectos, o hizo una acción que nos les gustó, y ya lo sientan en el banquillo de los acusados, cuando no en la silla eléctrica sus juicios y desprecios.
¡Y cuántos hay que incluso se atreven a juzgar temerariamente al sacerdote!
- Le ven hablando varias veces con la misma mujer y ya piensan lo peor;
- le ven que se reúne o habla muchas veces o más tiempo con algunos y ya piensan: “el padre tiene acepción de personas”;
- le ven que ya no confiesa con tanta frecuencia como antes, y ya comienzan a juzgar al sacerdote: “¿que estará haciendo? ¡el santo Cura de Ars confesaba muchísimas horas…!”.
¡Sí, cuántos de nosotros, quizás, nos parecemos a este fariseo, por nuestros detestables juicios temerarios!
Para ir luchando contra este feo y muy común pecado, hablemos sobre los juicios temerarios, que es propiamente el segundo grado de soberbia, pues la murmuración, la envidia y la burla, que ya hemos estudiado, muchas veces son una consecuencia de los juicios temerarios:
Primero observamos: y muchas veces por curiosidad; luego juzgamos lo que observamos (y generalmente juzgamos temerariamente); Y por eso terminamos hablando mal, obrando mal o sintiendo mal del prójimo (murmuración, burla, envidia)
Para estudiar un poco los juicios temerarios, veamos los siguientes puntos:
1) ¿Qué es el juicio temerario?
2) ¿Cuáles son las causas más comunes del juicio temerario?
Es decir, ¿por qué la gente hace juicios temerarios?
3) Veamos cuán errados son los juicios de los hombres
4) ¿Qué tan grave es el pecado del juicio temerario?¿cuándo es pecado mortal y cuándo venial?
5) ¿Cómo lo ha castigado Dios?
I) ¿QUÉ ES EL JUICIO TEMERARIO?
“Es un juicio atrevido, precipitado, formado interiormente en perjuicio del prójimo y formado por motivos leves e insuficientes”.
Dicho brevemente de otro modo, “es un juicio malo sobre el prójimo, sin motivo suficiente”.
El juicio temerario es un pecado contra la justicia, y muchas veces contra la caridad.
Es un pecado contra la justicia, porque el hombre tiene el derecho a que no se le juzgue malo sin causa o sin motivo suficiente;
Y muchas veces es un pecado contra la caridad, cuando el juicio temerario conlleva cierto desprecio del prójimo.
SE DAN GRADOS en el juicio temerario:
- DUDA TEMERARIA
- OPINIÓN TEMERARIA
- SOSPECHA TEMERARIA
- JUICIO TEMERARIO
EJEMPLO: Supongamos que en lugar, hay mujer aparentemente piadosa.
Por la manera en que se comporta en la capilla, por el modo de hacer la genuflexión, de rezar, etc., podemos darnos cuenta de su aparente piedad.
Por otra parte, supongamos que una persona temeraria ve algunas cosas del comportamiento de esa mujer fuera de la capilla, que no son concordes con su aparente piedad y devoción; y comienza entonces a pensar si ella será hipócrita. Los hechos y motivos que conoce de esa mujer son insuficientes para determinar algo sobre ella, pero si aún así, procede a juzgarla, estos serían los grados por los que podría subir:
DUDA TEMERARIA (el temerario se dice interiormente: “No sé si esa mujer es hipócrita, tengo duda”; es decir, él pone las dos posibilidades, pero no se inclina por ninguna de ellas (pensar así ya es pecado).
OPINIÓN TEMERARIA (el temerario se dice: “quizá esa mujer es hipócrita”; ya se inclinó a pensar así, aunque no descarta que se puede equivocar, el pecado se agrava).
SOSPECHA TEMERARIA (después se dice: “sospecho que esa mujer es hipócrita”, o sea, ya se inclinó más fuertemente por pensarlo; el pecado aumenta)
JUICIO TEMERARIO (finalmente juzga temerariamente: “¡sí esa mujer es hipócrita!”, y así consuma el pecado de juicio temerario).
Muchas veces, nosotros nos saltamos todos los grados y llegamos directamente al juicio temerario. Notemos bien que lo que caracteriza al juicio temerario es la insuficiencia de motivos o razones que tenemos para pensar mal de nuestro prójimo.
Por eso, también hay juicio temerario cuando, sin suficiente fundamento, se juzga mal del prójimo, aunque luego resulte verdadero o se confirme plenamente el pecado del prójimo que se juzgó temerariamente.
II) ¿CUÁLES SON LAS CAUSAS MÁS COMUNES DEL JUICIO TEMERARIO?
Es decir, ¿por qué la gente hace juicios temerarios?
Sto. Tomás de Aquino señala tres causas:
1a causa) La idiotez de la inteligencia y la malicia de la voluntad:
Idiotez de la inteligencia:
Es cuando uno juzga sin considerar todas las causas, intenciones y circunstancias del que obra. Y por eso, somos muchos los que emitimos cada día gran cantidad de juicios temerarios, pues Dios dijo: “El número de los idiotas es infinito”.
Malicia de la voluntad:
“...porque uno es malo en sí mismo, y por ello, como conocedor de su malicia, fácilmente piensa mal de otros” (S.T. II-II q. 60, a. 3)
Esto también lo dijo Dios: «El tonto, andando su camino, como él es un insensato, estima que todos los demás son tontos [Eccles.10, 3]»
2a causa) La mala disposición respecto a otro, (es decir, por que el otro nos cae mal):
“Pues cuando alguien desprecia u odia a otro o se irrita y le envidia, piensa mal de él por ligeros indicios, porque cada cual cree fácilmente lo que le apetece”.
3 causa) Una larga experiencia:
“...el juicio temerario puede provenir de la larga experiencia; por lo que dice Aristóteles que «los ancianos son grandemente suspicaces (sospechan, juzgan), ya que muchas veces han experimentado los defectos de otros»”
¿Y de estas causas del juicio temerario cuáles son las más graves?
Pues cuando se emite el juicio temerario porque uno es malo y porque a uno le cae mal alguien, pues en estos casos, el juicio temerario procede de un sentimiento perverso. En cambio, cuando uno emite juicios temerarios por la larga experiencia que tiene, el pecado es menor, pues por la experiencia que tiene, el juicio se acerca a la certeza.
III) VEAMOS CUAN ERRADOS SON LOS JUICIOS DE LOS HOMBRES
Dios se reservó para sí todo juicio, por lo mismo que Él es el único que ve todas nuestras intenciones.
¡Cuántos ejemplos tenemos en la Sagrada Escritura de lo errado que son los juicios de los hombres!
- Ana, mujer piadosa y buena, que no había podido tener hijos, muy atribulada entró al templo a rezar con mucho fervor. El pontífice del templo, llamado Helí, la observó, y juzgó temerariamente que esa manera de rezar se debía a que estaba pasada de tragos; Sin embargo, la misma Escritura nos dice cuales eran los sentimientos de aquella mujer suplicante, y cuán equivocado el juicio que de ella se formó el sacerdote. Ella rezaba con ese fervor porque le suplicaba a Dios que le concediera tener un hijo y que ella se lo ofrecería si Dios se lo daba. (I Rey. I)
- También fue igual de equivocado el juicio temerario que hicieron los amigos de Job. Ellos juzgaron que las desgracias que sufría Job se debían a pecados suyos, gravísimos y ocultos. Pero Dios vino en defensa de su siervo Job, reprendió duramente a sus amigos temerarios, y declaró que sólo por intermediario de su siervo Job les perdonaría sus pecados, que con sus falsos juicios habían cometido. (Job.42)
- En la historia de José (hijo de Jacob) se lee que una vez, estando él solo con la esposa del faraón, se escapó rápido, dejando su manto en poder de la señora; ¿quién, al saber sólo esto, no hubiera pensado qué él realmente había intentado deshonrar a la esposa del faraón?. Así lo creyó Putifar, el faraón, y lo metió a la cárcel. Pero Dios y José mismo sabían que él era inocente, pues era ella, esa impúdica mujer, quien había querido seducirlo, y por escapar rápido de ella y del pecado, dejó su manto con ella. (Gén.39)
IV) ¿QUÉ TAN GRAVE ES EL PECADO DEL JUICIO TEMERARIO?
Dios ya lo ha condenado:
“¡Ay de vosotros los que llamáis mal al bien y bien al mal, y tomáis las tinieblas por la luz, y la luz por las tinieblas!” (Is.5,20)
“No juzguéis á los demás, si queréis no ser juzgados; Porque con el mismo juicio que juzgareis, habéis de ser juzgados”(Mt.7,1-2)
“¡Oh hombre, quien quiera que seas, que te pones a condenar á los demás!
Pues en lo que condenas á otro, te condenas a ti mismo”(Rom.2,1)
San Buenaventura dijo: “El juicio temerario es una peste oculta, pero gravísima, que nos aleja de Dios, y es altamente opuesta a la caridad”
¿Cuándo es pecado mortal y cuándo venial?
Las Condiciones requeridas para que sea pecado mortal son las siguientes:
1) Que sea con perfecta deliberación: (que realmente hayamos hecho un juicio), por lo que no hay pecado grave en quien ignora, o no advierte plenamente... (ejem.: se le escapó un juicio temerario…).
2) Que exista plena temeridad: es decir, la plena advertencia sobre la ligereza de los motivos sobre los cuales se apoya el juicio.
3) Que se trate de materia grave: por tanto, todo juicio que aún siendo deliberado y temerario, si recae sobre un vicio no ignominioso, no es un pecado grave. (ejem.: Juzgar temerariamente que alguien sea un poco perezoso, glotón, un poquito mentiroso, etc., esto no será pecado grave.)
SI NO SE DA LA CONJUNCIÓN DE LAS TRES CONDICIONES, el pecado será sólo venial.
La materia grave, en el juicio temerario, es solamente la que atenta contra las personas y de hecho tiene la cualidad de ser muy vergonzoso y gravemente perjudicial del honor: (juzgar temerariamente que alguien es un ladrón, fornicador, adúltero, homosexual, incestuoso, etc.)
También hay que tomar en cuenta sobre qué persona se está formando el juicio temerarrio, por ejemplo:
- Si se juzga temerariamente que una criada es mentirosa, esto es sólo pecado venial.
- Si se juzga con temeridad que un sacerdote es mentiroso, esto será pecado mortal.
Notas:
a) La mayor o menor gravedad del juicio temerario depende no sólo de la calidad del pecado o crimen que se juzga temerariamente, sino también de la mayor o menor proporción entre el juicio y los motivos insuficientes en que se apoya para emitirlo.
b) No está prohibido adoptar ciertas medidas de precaución para precaverse de posibles daños, por ejemplo: guardando el dinero o cosas de valor bajo llave, sin que esto signifique sospecha o juicio temerario contra persona determinada.
V) ¿CÓMO HA CASTIGADO DIOS ESTE PECADO?
Dios lo ha castigado muy severamente, para advertencia nuestra.
Bueno, recordemos sólo el siguiente hecho que narra la Sagrada Escritura:
Moisés era un hombre muy manso, más que hombre alguno sobre la tierra.
Él se había casado con una mujer extranjera (no israelita) llamada Séfora, ella era del país de Cus, situado en los límites de Arabia y el Sinaí; María era la hermana de Moisés, e hizo un juicio temerario contra Moisés, por haberse casado con esta mujer extranjera; Y Dios se inflamó de ira y le mandó una terrible lepra que le cubrió su cuerpo. Para que se le perdonase el pecado, Moisés tuvo que interceder por ella y le pidió a Dios diciendo: “Ruégote, ¡oh Dios!, que la sanes”. Y Yavhé le respondió a Moisés: “Si su padre le hubiera escupido a ella en la cara, ¿acaso no se avergonzaría ella por siete días?
Sea, por lo tanto, excluída del campamento por siete días, y después será recibida de nuevo”. Así lo hizo ella y después volvió sana.
Valoremos como esta ofensa por un juicio temerario (y también por murmuración) fue tan desagradable a Dios, que Él dio a entender que por este pecado, bien merecería el pecador ser escupido por Dios.
¡Y sobre todo cuando alguien emite juicios temerarios contra los elegidos de Dios, como lo son sus sacerdotes!; sí, ese tal, o esa tal, merecería ser escupido(a) por Dios. Otro asunto distinto es saber distinguir y reconocer -con datos ciertos y objetivos- a un falso pastor, a un mal sacerdote, que se aleja de la doctrina o de la moral enseñada por Dios y su verdadera Iglesia (la Católica), pues Cristo nos advirtió que vendrían falsos profetas con piel de oveja que en realidad serían lobos de los que habría que huir. Ese discernimiento es necesario y si se realiza correctamente no cae en el rubro de los juicios temerarios.
CONCLUSIÓN
¡Desechemos ya los juicios temerarios, veneno de todo los días! ¡No juzguemos al prójimo, no lo pisemos, no lo hundamos con nuestros pensamientos y desprecios! ¡Y menos al sacerdote!, pues dijo Dios: “No toquéis a mis Ungidos” (Salm.104,15). Nunca olvidemos las palabras de Nuestro Señor: “No juzguéis y no seréis juzgados” (Mt. 7,1). Y por último, no confundamos el buen discernimiento que se basa en datos reales y objetivos para realizar un concienzudo y equilibrado ejercicio que nos permita analizar la realidad con lo que sí es un juicio temerario, que se hace sin los suficientes elementos y con ligereza. No se trata de renunciar al ejercicio de la inteligencia sino de emplear ésta con objetividad, justicia y caridad.
ANÉCDOTA:
Se cuenta de un hombre bueno y muy simple que se hallaba en el lecho de su muerte. Estaba envuelto en medio de grandes dolores, pero aún así permanecía en paz y con gran alegría. Alguno de los que estaban presentes le preguntaba: “¿Pero cómo puede estar usted con esa alegría en estos momentos? No sabe usted que ya se está acercando al terrible juicio de Dios...al terrible juicio de Dios que hace incluso temblar a los santos?”.
El buen hombre respondió:
“¿Y por qué habría yo de tener miedo de ese juicio? ¿Acaso no dijo Nuestro Señor: “No juzguéis y no seréis juzgados”? Yo, en mi vida, nunca he juzgado a nadie, por eso yo no tengo miedo. Yo no seré juzgado”. Y así murió en paz y con gran alegría.
Por supuesto que esto no significa que ese hombre no haya tenido juicio particular, sino que simplemente, su juicio fue muy sencillo y alegre; pues si él tuvo gran misericordia del prójimo para no juzgarlo en sus acciones, en sus pecados, también Dios tuvo gran misericordia de él, y ya antes de la hora de su juicio, Dios ya le había perdonado sus pecados.
¡Qué hermoso ejemplo para nosotros!, Por eso, imitémoslo también nosotros: “¡no juzguemos y no seremos juzgados!”