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EL MEJOR TRABAJO DEL MUNDO

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"Desde que me contrataron para esta empresa ya no he dormido bien, no he comido bien,
 no he dejado de preocuparme, me da tanto alegrías como tristezas..."


Por Martha Eunice Rodríguez de Llanos

¿Cuál es el mejor trabajo del mundo? Me pregunta mi hijo y yo me quedo pensando.... No lo sé.

¿Sacerdote, médico, maestro, bombero, policía, ingeni­ero, músico, futbolista, chef, arquitecto, gobernador, rey? Claro que no existe un mejor trabajo del mundo, porque bueno... depende de las circunstancias, las capacidades, actitudes y aptitudes, depende -en fin -de la Providencia y entonces no existe un solo mejor trabajo del mundo... ¿o sí?

¿Cuáles serían las características que calificarían a un tra­bajo como el mejor del mundo?

Debe de ser de gran importancia para el desarrollo del país, del continente o mejor, del mundo entero.

Debe de tener una gran remuneración por el producto entregado.

Debe ser sumamente enriquecedor en experiencias, aprendizaje, muy poco monótono y nada de aburrido.

Debe valer la pena para dedicarle una completa atención, mi tiempo, juventud y descanso. Y sobre todo debe tener tanta trascendencia que resonará en la eternidad y ni la misma muerte me pueda quitar lo ya ganado. ¡Ah, ya no está tan fácil tener el mejor trabajo del mundo!

Y por supuesto, el mejor trabajo del mundo debe de ser muy difícil, a las grandes empresas hay que dedicarle toda la vida para llegar a ser experto; lleno de sacrificios y de tenacidad, porque eso sí, tener el mejor trabajo del mundo requiere darse cuenta de la gran responsabilidad y el terrible compromiso que esto implica, esto lo saben los grandes empresarios como Lorenzo Servitje, los grandes científicos como Luis Pasteur, los grandes innovadores como Henry Ford que definitivamente se comprome­tieron a llegar a la meta y alcanzar el triunfo, compitieron bien y fueron recompensados, diría San Pablo, aunque humanamente hablando.

Sin embargo... no me impresionan, porque ¿saben? Yo sí tengo el mejor trabajo del mundo. Miles de personas re­alizan sus actividades cotidianas esperando mi producto, el cual es tan importante y tan delicado que requiere años de cuidado y maduración.

Desde que me contrataron para esta empresa ya no he dormido bien, no he comido bien, no he dejado de preocuparme, me da tanto alegrías como tristezas, tanto ilusión como frustración, algunas veces hasta he llegado a pensar que es demasiado complicado, incluso he anhelado la monotonía. Cuando he dominado cierta destreza, alguna técnica en particular, resulta que ya no es necesaria, porque ya hay que aprender otra, y cuando ya estoy lista para sentirme satisfecha de la organización de mi tiempo, me encargan otro producto que hay que atender desde el principio como si no tuviera mi tiempo laboral súper saturado.


Y vaya que hay que capacitarse continuamente, todos los domingos hay que ir con los gerentes generales de la empresa, que saben dar los mejores consejos y nos persiguen continuamente para ser las mejores. Una vez al año hay que acudir a una capacitación intensiva, para recordar cuales son las políticas de la empresa, mediante cierta técnica de aprendizaje medieval de una antiquísima “Compañía” de un tal Ignacio de Loyola. Todos los días hay que leer algo de los manuales de capacitación, los cuales han sido escritos por grandes sabios y doctores, que a través de los siglos han enriquecido a la compañía. Hay que leer muchos libros que nos enseñen como obtener mejores resultados en el producto esperado. Hay que repetir la primaria tantas veces como productos te hayan encargado, repasar la secundaria y vigilar que los productos sigan el programa establecido en la prepara­toria o en los estudios superiores. (Se imaginan pasar tres o cuatro o cinco veces por el 5to grado de primaria y el 6o y el 1o de secundaria y el... etc.). Debe uno de gozar de gran versatilidad para completar las tareas manuales asignadas, debe uno ser entre otras cosas: chef porque los productos esperados comen mucho y diverso y cambian de antojo y necesidad, según la época en la que estén. Hay que ser arquitecto, para remendar maquetas, puertas y muebles de segundo uso. Maestra para explicar lo inexplicable. Enfermera y doctora para ver la gravedad del golpe, la roncha o la fiebre. Hay que ser también, ayudante, guía espiritual, consejera de amores, chofer de transporte escolar y en fin, mil cosas más.

El mejor trabajo del mundo: SER MADRE. Convertirse en progenitora y educadora de seres humanos constituye la labor más hermosa en este mundo y es un trabajo en que de “socio” y Director se tiene al ser más importante, al mismo Dios.

A las personas que gozan de este trabajo, les digo que no tenemos oportunidad de fallar en la empresa, porque el que nos contrató nos dotó de todas las capacidades nec­esarias, y si no las tenemos, no hay que preocuparse, sólo tenemos que solicitarlas al mismo Director de la empresa que por cierto tiene TODO EL PODER. No necesitamos esperar para que su secretaria nos de cita, SIEMPRE ESTÁ LISTO PARA AYUDARNOS, SIEMPRE AL PENDIENTE LAS 24 HORAS DEL DÍA DE LOS 365 DIAS DEL AÑO, como si yo fuera su única empleada, como si fuera su querida hija, todo para que la entrega del producto sea óptima.

"...será el de ser santo..."
Muchísimos grandes y santos hombres están esperando por nuestro precioso producto en diversas partes del mundo: en los seminarios para formar sacerdotes, en los monasterios y conventos para formar religiosos, en las universidades para formar médicos, arquitectos, ingeni­eros, en los talleres para formar excelentes hombre de trabajo artesanal y en las fábricas para emplear buenos obreros. Entonces me doy cuenta de que sí, de que yo tengo el mejor trabajo del mundo, y que la Providencia de alguna manera depende de mi entusiasmo, entrega y sacrificio para completar la carrera; y yo, por mi parte, así podré decir: He cumplido, he llegado a la meta.

Y en este mundo al revés, ¿pueden creer que mi trabajo, el mejor del mundo, ha sido devaluado, menospreciado e incluso rechazado? ¡Ja! Si mi trabajo no es tan sólo cocer ni cantar.

En fin, la mejor Persona -después de su Hijo- que ha existido en el mundo, aquella sin el pecado original, también ha tenido y tiene el mejor trabajo del mundo, por lo que diariamente le pido que ruegue por mí a Dios para llegar bien al final.

Y saben: He decidido decirle a mi hijo que el mejor tra­bajo del mundo para él, que no tendrá la dicha de tener el mío, por ser éste exclusivamente un arte femenino, será el de ser santo, que no es nada despreciable, aunque acá entre nos, ya lo saben, el mejor trabajo del mundo es el mío, EL DE SER MADRE.

Nota de CATOLICIDAD:Consideramos este tema muy apropiado ahora que ocurrió el Sínodo extraordinario de la familia.


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