Se aproxima la Navidad… Recuerdo cuando éramos niños y nuestros padres, con gran dedicación, nos impartían la mejor catequesis del mundo. Mientras montábamos el Belén (el Nacimiento), con gran esmero y bajo su atenta mirada, nos sumergíamos en todo el misterio de la Navidad. Nuestras pequeñas almas, aun no abarcaban la grandeza de todo lo que estábamos celebrando, pero sabíamos que era algo muy importante, así nos lo hacía ver, todo el ambiente que nos rodeaba. Mientras poníamos cada figura en su sitio correspondiente, cantábamos Villancicos y escuchábamos los pasajes del Evangelio, que el hermano mayor iba leyendo: “In principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum”. El padre de familia, un gran previsor, iba formando a la futura generación de Belenistas, que le sucederían en el cargo y así, de la mano del Adviento, íbamos llegando a la Navidad.
Las enseñanzas de nuestros progenitores, iban más allá de lo que era construir un Belén en una habitación de nuestra casa… Nos enseñaban a montar la posada, en nuestro interior, nos hacían querer ser, Católicos de pura cepa.
Los Confesonarios estaban todo el año en funcionamiento, pero en Adviento, desbordaban todas las previsiones, al igual que hoy en día, sucede con los centros comerciales. La gente gasta grandes cantidades de dinero en absurdos regalos y lo que se nos da gratis, como los Sacramentos, lo rechazamos, preferimos un kilo de camarones, a cien euros, que vivir en Gracia, aunque su coste económico, sea cero.
Recuerdo, como los Sacerdotes, nos recalcaban la importancia de estar limpios de pecado. Aunque nos confesáramos habitualmente, nuestras madres y nuestros Párrocos, nos recordaban la importancia de preparar nuestra alma para recibir al Niño en un día tan señalado. La noche del 24, acudíamos todos juntos en familia, a la Santa Misa y cuando nos arrodillábamos para recibir al mismo Cristo, en ese momento, nos sentíamos desbordados de alegría, por haberle preparado el mejor pesebre interior.
Hoy en día, la mayoría de las iglesias han echado el cierre a la Misa del Gallo, los más osados la celebran a las siete de la tarde, como un mero cumplimiento, para cuatro feligresas que viven en “Trento”… Y después, el resto del año, se hacen reuniones parroquiales que acaban a las diez de la noche, pero nadie tiene prisa. La noche del 24 al 25, el acontecimiento más importante, es encender los fogones de la cocina.
Navidad pagana, sin Belenes, sin Villancicos, sólo pensando en cenas interminables, que muchas veces, terminan en tragedia ¿Dónde está Dios en toda esta celebración? Conclusión: ¡Un nacimiento sin Nacido!
Las iglesias, que a lo largo de todo el Tiempo de Adviento nos han aturdido con todo tipo de representaciones y conciertos, en plena Navidad, ni siquiera, un Belén viviente.
Familias desunidas, personas que no tienen ganas de celebrar nada y sólo desean que estos días pasen cuánto antes… ¿Deberíamos cambiar el clásico Adeste Fideles por el Requiem aeternam? En el Tiempo de Navidad, celebramos un Nacimiento, no un Funeral. Estamos llenos de podredumbre interior y esto es porque hemos cambiado a Dios y nos hemos adaptado a un mundo pagano, que sólo ve en las celebraciones un momento ideal para fomentar el consumo. ¿Dónde están aquellos tiempos, en los que tres o cuatro generaciones se ponían en torno al Belén, entonaban cantos al Niño y deseaban que aquella noche, no se acabara jamás?
Hay un Villancico que se canta en esta época, titulado, “quiero una Navidad distinta”, sin entrar en valoraciones sobre el mismo…Qué hermoso sería que nuestros Pastores de almas, nos preparan en las parroquias, para esa Navidad distinta, en la que el protagonista fuera Jesús y sólo Él. No las compras, ni las ausencias, ni el vino, ni las cenas… Cómo diría el Hermano Rafael Arnaiz, “sólo Dios”.
Sonia Vázquez
Fuente: Adelante la fe.