Los Reyes Magos no son personajes creados por siglos de tradición cristiana. Su existencia, además de quedar bien testimoniada en el Evangelio, ahora es documentada por los descubrimientos arqueológicos.
Esta curiosa y extraordinaria revelación se encuentra contenida en una tablilla, en la que se han acuñado caracteres cuneiformes. Se trata de un auténtico documento astronómico y astrológico (entonces las dos disciplinas eran hermanas gemelas) que revela la existencia de una conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis en el año 7 antes de Cristo.
Los Evangelios enmarcan el nacimiento de Jesús en tiempos del censo del imperio ordenado por César Augusto, cuando Quirino era gobernador de Siria, y en los últimos años del rey Herodes, quien falleció el mes de marzo del año 4 a.C. Para los historiadores, Jesús nació unos siete años antes del año «0». El evangelista Mateo (2, 2) pone en relación el evento de Belén con la aparición de una estrella particularmente luminosa en el cielo de Palestina. Y es precisamente en este momento en el que la tablilla de arcilla ofrece un testimonio particular.
Existen muchas hipótesis sobre la estrella que vieron los magos ("magoi" en griego era la palabra con que se denominaba a la casta de sacerdotes persas y babilonios que se dedicaban al estudio de la astronomía y de la astrología) y que les llevó a afrontar un viaje de unos mil kilómetros con el objetivo de rendir homenaje a un recién nacido.
El 17 de diciembre de 1603, Johannes Kepler, astrónomo y matemático de la corte del emperador Rodolfo II de Habsburgo, al observar con un modesto telescopio desde el castillo de Praga el acercamiento de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, se preguntó por primera vez si el Evangelio no se refería precisamente a ese mismo fenómeno. Hizo concienzudos cálculos hasta descubrir que una conjunción de este tipo tuvo lugar en el año 7 a.C. Recordó también que el famoso rabino y escritor Isaac Abravanel (1437-1508) había hablado de un influjo extraordinario atribuido por los astrólogos hebreos a aquel fenómeno: el Mesías tenía que aparecer durante una conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis. Kepler habló en sus libros de su descubrimiento, pero la hipótesis cayó en el olvido perdida entre su inmenso legado astronómico.
Faltaba una demostración científica clara. Llegó en 1925, cuando el erudito alemán P. Schnabel descifró anotaciones neobabilonias de escritura cuneiforme acuñadas en una tabla encontrada entre las ruinas de un antiguo templo del sol, en la escuela de astrología de Sippar, antigua ciudad que se encontraba en la confluencia del Tigris y el Éufrates, a unos cien kilómetros al norte de Babilonia. La tablilla se encuentra ahora en el Museo estatal de Berlín.
Entre los numerosos datos de observación astronómica sobre los dos planetas, Schnabel encuentra en la tabla un dato sorprendente: la conjunción entre Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis tiene lugar en el año 7 a.C., en tres ocasiones, durante pocos meses: del 29 de mayo al 8 de junio; del 26 de septiembre al 6 de octubre; del 5 al 15 de diciembre. Además, según los cálculos matemáticos, esta triple conjunción se vio con gran claridad en la región del Mediterráneo.
HIPÓTESIS
HIPÓTESIS
Si este descubrimiento se identifica con la estrella de Navidad de la que habla el Evangelio de Mateo, el significado astrológico de las tres conjunciones hace sumamente verosímil la decisión de los Magos de emprender un largo viaje hasta Jerusalén para buscar al Mesías recién nacido. Según explica el prestigioso catedrático de fenomenología de la religión de la Pontificia Universidad Gregoriana, Giovanni Magnani, «en la antigua astrología, Júpiter era considerado como la estrella del Príncipe del mundo y la constelación de Piscis como el signo del final de los tiempos. El planea Saturno era considerado en Oriente como la estrella de Palestina. Cuando Júpiter se encuentra con Saturno en la constelación de Piscis, significa que el Señor del final de los tiempos se aparecerá este año en Palestina. Con esta expectativa llegan los Magos a Jerusalén, según el Evangelio de Mateo 2,2». «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle» preguntan los magos a los habitantes de Jerusalén y después a Herodes.
La triple conjunción de los dos planetas en la constelación de Piscis explica también la aparición y la desaparición de la estrella, dato confirmado por el Evangelio. La tercera conjunción de Júpiter y Saturno, unidos como si se tratara de un gran astro, tuvo lugar del 5 al 15 de diciembre. En el crepúsculo, la intensa luz podía verse al mirar hacia el Sur, de modo que los Magos de Oriente, al caminar de Jerusalén a Belén, la tenían en frente. La estrella parecía moverse, como explica el Evangelio, «delante de ellos» (Mt 2, 9).
Nota de CATOLICIDAD:¿La estrella de Belén fue un fenómeno astronómico natural del que Dios se valió para guiarlos o fue un hecho sobrenatural y especial? Como se ha dicho, existen otras hipótesis, la señalada arriba también lo es y por lo tanto no puede imponerse ni creerse como una verdad absoluta. Ciertamente si la estrella de Belén fue una especial y sobrenatural manifestación mandada por Dios o si Dios se valió de lo ya creado por Él (como puede ser una conjunción de astros), es un tema opinable. Dios todopoderoso pudo hacerlo de un modo u otro. Hemos leído algunas explicaciones astronómicas a ese efecto de la estrella de detenerse y proseguir, pero es ciertamente una teoría a discusión. Haya sido de una manera u otra, ello no quita ni veracidad ni realidad, ni grandiosidad, a un hecho histórico narrado por Dios mismo -pues la Biblia es palabra de Dios- en la Sagrada Escritura. La tesis anotada arriba no intenta -de ninguna manera- caer en un racionalismo que niegue hechos sobrenaturales, pues Dios todo lo puede hacer. Tampoco creemos que quienes sostengan la teoría de que Dios se valió de leyes naturales astronómicas creadas por Él, intentan negar el poder de Dios de expresar algo de manera sobrenatural y extraordinaria. El hecho real es que los sabios de oriente fueron guiados por una estrella y que preguntaron en Jerusalén: "¿Dónde está el nacido rey de los judíos? Porque nosotros vimos en Oriente su estrella, y hemos venido con el fin de adorarle". Mt. II,2. Y que saliendo de Jerusalén hacia Belén vuelven a verla: "he aquí que la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando sobre el sitio en que estaba el Niño, se paró". Mt. II,9.
Fuente del texto: Catholic.net.
Nota de CATOLICIDAD:¿La estrella de Belén fue un fenómeno astronómico natural del que Dios se valió para guiarlos o fue un hecho sobrenatural y especial? Como se ha dicho, existen otras hipótesis, la señalada arriba también lo es y por lo tanto no puede imponerse ni creerse como una verdad absoluta. Ciertamente si la estrella de Belén fue una especial y sobrenatural manifestación mandada por Dios o si Dios se valió de lo ya creado por Él (como puede ser una conjunción de astros), es un tema opinable. Dios todopoderoso pudo hacerlo de un modo u otro. Hemos leído algunas explicaciones astronómicas a ese efecto de la estrella de detenerse y proseguir, pero es ciertamente una teoría a discusión. Haya sido de una manera u otra, ello no quita ni veracidad ni realidad, ni grandiosidad, a un hecho histórico narrado por Dios mismo -pues la Biblia es palabra de Dios- en la Sagrada Escritura. La tesis anotada arriba no intenta -de ninguna manera- caer en un racionalismo que niegue hechos sobrenaturales, pues Dios todo lo puede hacer. Tampoco creemos que quienes sostengan la teoría de que Dios se valió de leyes naturales astronómicas creadas por Él, intentan negar el poder de Dios de expresar algo de manera sobrenatural y extraordinaria. El hecho real es que los sabios de oriente fueron guiados por una estrella y que preguntaron en Jerusalén: "¿Dónde está el nacido rey de los judíos? Porque nosotros vimos en Oriente su estrella, y hemos venido con el fin de adorarle". Mt. II,2. Y que saliendo de Jerusalén hacia Belén vuelven a verla: "he aquí que la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando sobre el sitio en que estaba el Niño, se paró". Mt. II,9.