Dice el antiguo adagio latino: Corruptio optimi pessima est (la corrupción de los mejores es la peor de todas). Ciertamente el modernismo doctrinal ha incidido también en la corrupción moral de algún sector minoritario del clero, pues la corrupción de la doctrina lleva a la corrupción de las costumbres en algunos. Pero si esa corrupción doctrinal no lleva a la generalidad a la corrupción moral, sí lleva a muchísimos a la tibieza y los sume en la más abyecta mediocridad. Y se convierten en canes mudos que no enseñan la doctrina de Cristo y su Iglesia en toda su dimensión y verdad, y coquetean con el mundo y sus errores sin prevenir a la feligresía de los peligros que existen contra la salvación de su alma. Dijo san Pío X que todo el mal depende de los sacerdotes, no por acción sino por omisión, pues si fuesen santos y llenos de celo por sus ovejas la tierra entera sería ya católica y viviría como tal. Dichosos aquellos que tienen pastores santos, no contaminados de los errores modernistas, fieles a la doctrina tradicional de la Iglesia Católica, inflamados de un celo por la honra de Jesucristo y por la salvación de las almas.
Señor, danos sacerdotes
Señor, danos sacerdotes santos
Señor, danos muchos sacerdotes santos
Señor, danos muchas y santas vocaciones religiosas.
Señor, danos sacerdotes santos
Señor, danos muchos sacerdotes santos
Señor, danos muchas y santas vocaciones religiosas.