“Lo que más toca el corazón de Dios es nuestra perseverancia, porque es la prueba de la verdadera fe que nunca desfallece”. Por algo nos ha puesto Cristo la parábola de la viuda inoportuna que, tras su insistencia logró el favor del juez. (Lucas 8,1-8)
Muchísimas mujeres sufren porque aman a Dios y quieren vivir según sus mandamientos, pero sus maridos están lejos de eso. Esto se debe a que el corazón de la mujer es más sensible y delicado que el del hombre. Dios la ha hecho con más capacidad para acoger su amor y entregarse a Él, sin duda, el corazón femenino está más orientado a Dios. Es raro ver a una mujer sin fe y, al mismo tiempo, es algo muy triste porque es una violencia a su naturaleza femenina y materna.
Muchas mujeres de Dios viven un gran drama: “mi marido no se convierte”. Ya oí muchas veces este lamento: “Ya hice de todo; pero él no va hacia Dios, no va a la iglesia conmigo, no se confiesa...".
Sé que ocurre también al revés; hay hombres comprometidos en la Iglesia, cuyas esposas no los acompañan, pero esto sucede mucho menos.
¿Qué hacer?
1) Primero que todo, debes mantener la paciencia y la calma.
La estrategia del demonio es que te desesperes y desanimes, de forma que abandones tu cruz antes de tiempo. Debes entender que esta cruz (la falta de conversión de tu marido) es parte de tu matrimonio. Cuando Dios te confió a este hombre, con él te entrego una misión, hacer crecer en la fe a este hombre para su salvación. Dios te encomendó esta misión el día de tu matrimonio para que la construyas cada día con paciencia, oración, fe, lágrimas, sacrificios y demás. Dios espera de ti que algún día le devuelvas a este hombre siendo mejor de lo que lo has recibido. (Lee 1 Pedro 3,1-7)
2) Asume tu cruz con amor.
No vivas esta situación de mala gana, no tendrías méritos ante Dios. No la rechaces y la saques fuera del camino, esta cruz te santificará y dará un sentido profundo a tu matrimonio. Ama tu cruz para poder encontrar la salvación.
3) No pelees con tu esposo a causa de Dios.
Él tiene su tiempo de actuar porque respeta la libertad del hombre sin la cual no sería a su Imagen y semejanza. Dios sabe esperar “la hora de la gracia” para actuar, por lo que tú también tienes que esperar: “Únete al Señor y no te separes, para que al final de tus días seas enaltecido” (Eclo 2,3). No le hagas resistencia a tu marido; no lo enfrentes, espera que la gracia de Dios mueva su alma… Sé dócil con él, ámalo de todo corazón, conquístalo para ti, para que después, puedas conquistarlo para Dios.
4) Reza constantemente por él, sin desanimarte jamás.
Esta es la voluntad del Señor: “Después le enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse..” (Lc 18,1).
¿Pero, hasta cuándo tendré que rezar por la conversión de mi marido? Ya estoy cansada.
http://oracionesydevocionescatolicas.com/santa_brigida_doce.htm Recomendamos sólo esa página, pues no hemos analizado todo ese blog. |
La respuesta es, siempre. Hasta que la muerte los separe, cumpliendo cada día, hasta el último de tu vida, la promesa que hiciste en el altar de amarlo en la tristeza y la alegría, en la salud y la enfermedad, amándolo y respetándolo todos los días de su vida.
Lo que más toca el corazón de Dios es nuestra perseverancia, porque es la prueba de fe verdadera que nunca desfallece; por eso Jesús dijo: “Pero el que se mantenga firme hasta el fin se salvará” (Mt 24,13). Observe que Jesús dice “hasta el fin”, la perseverancia es para siempre. Para Dios, luchar es más importante que vencer.
Te cuento la historia de una mujer como tú.
Elizabeth Leseur fue una gran cristiana que vivió por la época del 1900. Era una francesa culta y fervorosa, amiga de las artes, las letras, la filosofía, etc., casada con un hombre culto y destacado en la sociedad francesa; pero ateo, que no acompañaba la fe de Elizabeth. Era el famoso Sr. Marie–Albert Leseur.
Elizabeth rezó y se inmoló toda su vida por la conversión de su esposo, lo acompañaba a los más altos eventos sociales donde Dios estaba ausente, y su alma lloraba en silencio y oblación a Dios; hasta que un día ella falleció sin ver la conversión de su marido.
Pero Elizabeth había escrito un diario espiritual, y un bello día su esposo lo encontró tras su muerte, y lo leyó con interés. Fue suficiente para que se convirtiera profundamente.
Al leer aquella páginas llenas de fe y de sufrimiento ofrecido a Dios diariamente, aquel hombre fue tocado profundamente y entendió que había vivido al lado de un ángel sin notar nunca su presencia. Ahora derramaba lágrimas de tristeza por no haber vivido aquella fe maravillosa al lado de su esposa fallecida.
Su conversión fue tan profunda que dejó el mundo, abandonó las esferas sociales donde era exaltado y se hizo fraile dominico; fray Marie-Albert Leseur.
Desde el cielo Elizabeth convirtió a su Albert. Después él publicó: La Vida de Elizabeth Leseur” (Irmãos Pongetti editores, Río de Janeiro, 7ª edición, 1931). Toda mujer que sufre este dolor debería leer esta obra.
Tú, que aún no has visto a tu marido convertirse, Elizabeth lo convirtió para Dios después de la muerte. Ella lo ayudó a conocer a Dios. Al final, esto es lo que importa
Por lo tanto, no se desanime jamás, no se canse ni desista de esta misión que Dios le dio de salvar a este hombre. Tal vez sea usted la única criatura en este mundo que pueda ayudar a Dios a llevarlo hasta Él. Y esta será su mayor obra en este mundo.
Título original: ¿Cómo ayudar a la conversión de mi esposo? Fuente: Felipe Aquino | Aleteia | con aportes y modificaciones hechos por PildorasdeFe.net.