Por Sara Helga Arredondo R. (bisnieta del mártir)
¿Te imaginas hacer tu primera comunión a escondidas en una casa, antes de que amanezca para que no te arresten y te maten si te ven, mientras sabes que tu papá anda en la sierra, en guerra contra el gobierno para defender tu derecho a rezar, a ir a misa, y a ser libre de creer lo que tu quieras, porque el gobierno quiere impedírtelo; que ese mismo día le avisen a tu mamá que vaya a identificar el cuerpo de tu papá, que lo fusilaron, y que ésta fuera tu foto de primera comunión con tu papá?…
Pues hubo un tiempo en que las cosas en México fueron así. El de la foto es mi bisabuelo, Fiacro Sánchez, Cristero, fusilado en la Penitenciaría del Estado de San Luis Potosí (hoy Centro de las Artes), el día en que su hijo Jorge, el tercero de 5 hijos, hacía la primera comunión en una casa del barrio de San Miguelito.
Fue durante la guerra cristera, o Cristiada.
Se estrenó, hace más de un año, en el cine una película con Eva Longoria y Andy García (de producción mexicana) sobre la Cristiada y está muy bien hecha; como bisnieta, a mucha honra, de un cristero, me gustó mucho. Es sobre esa parte de la historia de México que no apareció en los libros de Historia de la escuela hasta hace algunos años, cuando apenas se le dedicaron dos renglones y ya (claro que son libros de texto gratuitos distribuidos por el gobierno, y lo que viene en ellos es lo que el gobierno en turno autorizó); y como mucha gente no lee más libros de Historia que los de la escuela, son muchos los que piensan que la Cristiada no existió.
Se estrenó, hace más de un año, en el cine una película con Eva Longoria y Andy García (de producción mexicana) sobre la Cristiada y está muy bien hecha; como bisnieta, a mucha honra, de un cristero, me gustó mucho. Es sobre esa parte de la historia de México que no apareció en los libros de Historia de la escuela hasta hace algunos años, cuando apenas se le dedicaron dos renglones y ya (claro que son libros de texto gratuitos distribuidos por el gobierno, y lo que viene en ellos es lo que el gobierno en turno autorizó); y como mucha gente no lee más libros de Historia que los de la escuela, son muchos los que piensan que la Cristiada no existió.
En 1926, el presidente Calles pretendió convertirse en el líder religioso de México, controlar el número de sacerdotes y lo que podían decir en sus sermones, pretendió decirle a la gente lo que debía creer y lo que no. Expulsó a los sacerdotes extranjeros y mandó matar y/o encarcelar a los sacerdotes mexicanos que no quisieron obedecerlo. La Iglesia decidió cerrar los templos; sacerdotes y monjas vestían de civiles y hacían todas las celebraciones de forma clandestina y de madrugada, para no ser descubiertos y pasados por fusil. Los hospitales, atendidos por monjas, fueron clausurados por el gobierno, dejando a los enfermos en la calle. Los templos estuvieron cerrados tres años, cuando después de muchas muertes, el conflicto terminó ¿Te imaginas lo que es vivir así? ¿celebrar tu boda, bautizo, primera comunión, asi?
Mi bisabuelo, Fiacro Sánchez, fue uno de los miles que se levantaron en armas, uno de los tres líderes de la guerra cristera en San Luis, citado en los libros “México, Tierra de Volcanes” de Joseph H. Shlarman, y “La Cristiada”, de Jean Meyer, mismos que les recomiendo*.
Y les recomiendo también la película, porque conocer esa parte de nuestra historia, ayuda a a agradecer a todos esos héroes anónimos que nos dieron la libertad de culto que hoy tenemos...
Termino con las últimas palabras de mi bisabuelito y de todos los cristeros antes de morir: ¡¡¡Viva Cristo Rey!!!
*Nota de CATOLICIDAD:Tras su martirio, el cortejo que seguía a sus restos, desafió las prohibiciones de la Ley Calles, y llenó las calles que llegaban hasta el cementerio con oleadas de católicos que lloraban la muerte del líder, y se turnaban para conducir a hombros su ataúd. Tanto tardó el cortejo en llegar al cementerio, que los enterradores ya no permanecieron junto a la fosa para bajar el cuerpo, pues recibieron órdenes de no apoyar ese sepelio si no se ajustaba a un horario específico. Como no había manera de bajarlo a su sepultura, las mujeres del pueblo ataron sus rebozos, y fueron ellas las que cumplieron la penosa tarea.
Fuente: Los Cristeros