“No hay peor muerte para las almas que la libertad del error”.
San Agustín. Comentario al Salmo 124.
VENCER EL MAL
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San Agustín. Comentario al Salmo 124.
"La locura de la libertad religiosa. De esa cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos, la libertad de conciencia. Este pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de opiniones que, para ruina de la sociedad religiosa y de la civil, se extiende cada día más por todas partes, llegando la imprudencia de algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión. ¡Y QUÉ PEOR MUERTE PARA EL ALMA QUE LA LIBERTAD DEL ERROR! decía San Agustín. Y ciertamente que, roto el freno que contiene a los hombres en los caminos de la verdad, e inclinándose precipitadamente al mal por su naturaleza corrompida, consideramos ya abierto aquel abismo del que, según vio San Juan, subía un humo que oscurecía el sol y arrojaba langostas que devastaban la tierra. De aquí la inconstancia en los ánimos, la corrupción de la juventud, el desprecio —por parte del pueblo— de las cosas santas y de las leyes e instituciones más respetables; en una palabra, la mayor y más mortífera peste para la sociedad, porque, aun la más antigua experiencia enseña cómo los Estados, que más florecieron por su riqueza, poder y gloria, sucumbieron por el solo mal de una inmoderada libertad de opiniones, libertad en la oratoria y ansia de novedades."MIRARI VOS, ENCÍCLICA DE S.S. GREGORIO XVI.
VENCER EL MAL
La abundancia de cizaña sólo puede contrarrestarse con abundancia de buena doctrina: vencer al mal con el bien, decía San Pablo en la Carta a los Romanos. Y también lo debemos hacer con el ejemplo de vida, la coherencia de conducta, -que es naturalidad-, y con la presencia activa en las realidades humanas nobles que nos atañen. Porque no basta con lamentarse ante los errores y los medios tan poderosos que hay para difundirlos. Es la hora de salir al descubierto con todos los medios, pocos o muchos, que tengamos a nuestro alcance. Y disponernos a no desaprovechar una sola ocasión que se nos presente.
Debemos preguntarnos: ¿qué puedo hacer yo en mi familia, en el trabajo, en la escuela, en la agrupación social o deportiva a la que pertenezco?. Reflexionemos: las modas pasan, y aquellos aspectos contrarios a la doctrina de Jesucristo que perduren, los cambiaremos los cristianos con empeño, con alegría, con una santa tozudez humana y sobrenatural. Nada es inevitable, todo puede llevar otro rumbo, si hay hombres y mujeres que aman a Cristo y están santamente empeñados en que las costumbres sean más conformes con el querer de Dios. Debemos estar absolutamente convencidos de que la INMUTABLE doctrina de Jesucristo es la única que puede traer la felicidad y la alegría al mundo.
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