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IMPOSIBLE AGRADAR A DIOS Y A NUESTRAS PASIONES SIMULTÁNEAMENTE por San Juan María Vianney.

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"Nos contentamos con abandonar a Jesucristo, como los apóstoles, que, después de haber recibido innumerables favores y cuando el Maestro más necesitado estaba de consuelo, huyeron. ¡Ay!, ¡ cuántos son los que osan dar preferencia a Barrabás, es decir, les gusta más seguir al mundo y sus pasiones, que a Jesucristo con la cruz a cuestas! ¡Cuántas veces le hemos recibido en son de triunfo en la sagrada mesa, y poco tiempo después, seducidos por nuestras pasiones, hemos preferido a ese Rey, ora un placer momentáneo, ora un vil interés, tras el cual andamos, a pesar de nuestros remordimientos de conciencia! ¡Cuántas veces, hemos estado vacilando entre la conciencia y las pasiones, y en semejante lucha hemos ahogado la voz de Dios, para no oir más que la de nuestras malas inclinaciones! Si dudáis de ello, escuchadme un momento, y vais a comprenderlo con toda claridad. Cuando realizamos alguna acción contra la ley de Dios, nuestra conciencia, que es nuestro juez, nos dice interiormente: «¿Qué vas a hacer?... He aquí tu placer por un lado y a tu Dios por otro; es imposible agradar a ambos al mismo tiempo: ¿por cuál de los dos te vas a declarar?... Renuncia o a tu Dios o a tu placer». ¡Ay!, ¡Cuántas veces, en semejante ocasión, hacemos como los judíos: nos decidimos por Barrabás, esto es, por nuestras pasiones ! ¡ Cuántas veces hemos dicho: «¡Quiero mis placeres»! Nuestra conciencia nos ha advertido: «Mas ¿qué será de tu Dios?» - «No me importa lo que va a ser de mi Dios, responden las pasiones; lo que quiero es gozar.» - «No ignoras, nos dice la conciencia, mediante los remordimientos que nos sugiere, que, entregándote a esos placeres prohibidos, vas a dar nueva muerte a tu Dios.» - «¿Qué me importa, replican las pasiones, que sea crucificado mi Dios, con tal que satisfaga yo mis deseos? - Mas ¿qué mal te hizo Dios, y qué razones hallas para abandonarle? ¡Sabes muy bien que cuantas veces le despreciaste, te has arrepentido después, y no ignoras tampoco que, siguiendo tus malas inclinaciones, pierdes tu alma, pierdes el cielo y pierdes a tu Dios!» - Mas la pasión, que arde en deseos de verse satisfecha, dice: «¡Mi placer, he aquí mi razón: Dios es el enemigo de mi placer, sea, pues, crucificado!» - « ¿Preferirás a tu Dios el placer de un instante?» - « Sí, clama la pasión, venga lo que viniere a mi alma y a mi Dios, con tal que pueda yo gozar.»

Y aquí tenéis, lo que hacemos cuantas veces pecamos. Es cierto que no siempre nos damos cuenta con toda claridad de ello; mas sabemos muy bien que nos es imposible desear y cometer un pecado, sin que perdamos a nuestro Dios, el cielo y nuestra alma. ¿No es verdad, que, cuantas veces estamos a punto de caer en pecado, oímos una voz interior que nos invita a detenernos, diciéndonos que de lo contrario vamos a perdernos y a dar muerte a nuestro Dios?".

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