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DEL AMOR A LA SANTIDAD: EL CAMINO OCULTO DEL MATRIMONIO CRISTIANO

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Introducción

El matrimonio cristiano es una vocación elevada, un sacramento instituido por Cristo que refleja la unión indisoluble entre Él y su Iglesia. A través del matrimonio, los esposos no solo se unen en un vínculo natural, sino que participan en un camino hacia la santidad, un sendero donde el amor conyugal se purifica y se eleva hacia lo divino. Este artículo desarrolla la comprensión del matrimonio según Réginald Garrigou-Lagrange, O.P., complementada con las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino, San Agustín de Hipona, San Juan Crisóstomo, San Alfonso María de Ligorio, San Pío X, y el Papa León XIII.

El Matrimonio como Sacramento

Garrigou-Lagrange subraya que el matrimonio es mucho más que un simple contrato natural; es un sacramento que refleja la unión entre Cristo y su Iglesia. Él escribe:

“El matrimonio, en cuanto sacramento, es una fuente de gracia santificante que une a los esposos no solo en un lazo natural, sino en una unión sobrenatural, reflejando el amor indisoluble de Cristo por su Iglesia.” (Garrigou-Lagrange, El matrimonio y el amor cristiano).

Esta afirmación se apoya en la enseñanza de Santo Tomás de Aquino:

“El matrimonio es uno de los sacramentos de la Nueva Ley, en cuanto es un signo de la unión espiritual entre Cristo y la Iglesia, y en cuanto comunica la gracia para la vida conyugal.” (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Suppl. q. 42, a. 1).

León XIII, en Arcanum divinae, también refuerza esta idea:

“El sacramento del matrimonio, instituido por Cristo, no solo santifica el vínculo conyugal, sino que lo eleva a la dignidad de un sacramento, sellando con un carácter sagrado la unión de los esposos.” (León XIII, Arcanum divinae, n. 23).

San Agustín, al hablar del matrimonio en sus escritos, también recalca su carácter sacramental:

“En el matrimonio cristiano, los esposos son signos vivos del amor entre Cristo y la Iglesia, un amor que es eterno e indisoluble.” (San Agustín, De bono conjugali, c. 18).

La Finalidad del Matrimonio

Garrigou-Lagrange explica que la finalidad del matrimonio incluye la procreación, la educación de los hijos, y el mutuo apoyo espiritual. Él enseña:

“El primer fin del matrimonio es la procreación de la prole y su educación cristiana, lo cual es la razón de ser del vínculo conyugal. El segundo fin es el apoyo mutuo en el camino hacia la santidad.” (Garrigou-Lagrange, El matrimonio y el amor cristiano).

Santo Tomás de Aquino profundiza en esta enseñanza al explicar:

“El bien de la prole, que es la procreación y educación de los hijos, es el fin principal del matrimonio, pues es a través de ellos que se perpetúa la especie y se multiplica la Iglesia.” (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Suppl. q. 49, a. 3).

San Agustín de Hipona, en De bono conjugali, destaca:

“Los bienes del matrimonio son tres: la fidelidad, el sacramento, y la prole. Entre ellos, la prole es el fruto más precioso del matrimonio, ya que a través de ella, los esposos se convierten en colaboradores de Dios en la creación.” (San Agustín, De bono conjugali, c. 24).

San Juan Crisóstomo también enfatiza la importancia de la procreación:

“El matrimonio es una alianza bendecida por Dios para la procreación de hijos que serán educados en la fe, asegurando así la transmisión de la verdad divina a las futuras generaciones.” (San Juan Crisóstomo, Homilías sobre Efesios, Homilía 20).

El Amor Conyugal

El amor conyugal es para Garrigou-Lagrange un acto de la voluntad que refleja el amor de Cristo por la Iglesia. Él señala:

“El amor conyugal es un acto voluntario que se arraiga en el amor a Dios y se manifiesta en el deseo sincero de santificar al cónyuge, siendo un reflejo del amor de Cristo por su Iglesia.” (Garrigou-Lagrange, El matrimonio y el amor cristiano).

San Agustín añade a esta visión:

“El amor conyugal es una expresión de la caridad cristiana, que busca no solo el bien temporal del cónyuge, sino principalmente su salvación eterna.” (San Agustín, De bono viduitatis, c. 11).

León XIII en Arcanum divinae también habla del amor conyugal:

“El amor mutuo entre los esposos debe ser un reflejo del amor divino, un amor que se sacrifica y se entrega totalmente por el bien del otro, tal como Cristo amó a su Iglesia.” (León XIII, Arcanum divinae, n. 25).

San Alfonso María de Ligorio refuerza esta visión:

“El verdadero amor conyugal es aquel que se fundamenta en Dios, donde los esposos se ayudan mutuamente a alcanzar la santidad y la vida eterna.” (San Alfonso María de Ligorio, Teología moral, Lib. VI, c. 1).

La Indisolubilidad del Matrimonio

La indisolubilidad del matrimonio es un principio fundamental en la enseñanza de Garrigou-Lagrange, quien afirma que este sacramento refleja la fidelidad inquebrantable de Cristo a su Iglesia. Él escribe:

“La indisolubilidad del matrimonio es un reflejo de la fidelidad de Cristo, quien nunca abandona a su Iglesia. Así, el vínculo matrimonial, una vez constituido, no puede ser disuelto por ninguna autoridad humana.” (Garrigou-Lagrange, El matrimonio y el amor cristiano).

Santo Tomás de Aquino también destaca la indisolubilidad del matrimonio en su obra magna:

“El matrimonio, una vez válidamente contraído, no puede ser disuelto por ninguna potestad humana, ni siquiera por el consentimiento de los esposos, porque simboliza la unión indisoluble de Cristo con su Iglesia.” (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Suppl. q. 62, a. 5).

San Pío X, en su lucha contra el modernismo, reafirma esta enseñanza tradicional:

“La Iglesia enseña, y siempre ha enseñado, que el matrimonio, cuando ha sido ratificado y consumado, no puede ser disuelto por ninguna autoridad humana. Esta verdad, fundada en la doctrina de Cristo, es inmutable y debe ser defendida contra los errores modernistas.” (San Pío X, Catecismo Mayor, Parte III, c. 5).

El Papa León XIII, en Arcanum divinae, también refuerza la doctrina de la indisolubilidad:

“El matrimonio es un sacramento perpetuo, que une a los esposos hasta la muerte, y ningún poder en la tierra tiene la autoridad para romper este lazo sagrado.” (León XIII, Arcanum divinae, n. 21).

La Gracia del Sacramento

Garrigou-Lagrange subraya que la gracia conferida en el sacramento del matrimonio no solo une a los esposos, sino que también les proporciona la fuerza necesaria para cumplir con sus deberes conyugales y alcanzar la santidad. Él afirma:

“El sacramento del matrimonio otorga a los esposos una gracia especial que los fortalece en su vida conyugal, les permite superar las dificultades y los guía hacia la santidad.” (Garrigou-Lagrange, El matrimonio y el amor cristiano).

Santo Tomás de Aquino, refiriéndose a la gracia del matrimonio, escribe:

“La gracia del sacramento del matrimonio no solo fortalece el vínculo entre los esposos, sino que también les proporciona las virtudes necesarias para cumplir con sus deberes conyugales y avanzar juntos hacia la perfección cristiana.” (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Suppl. q. 49, a. 2).

San Alfonso María de Ligorio también destaca la importancia de la gracia sacramental en el matrimonio:

“La gracia del sacramento del matrimonio es un don divino que fortalece a los esposos, ayudándoles a vivir en castidad, amor mutuo y en la práctica de todas las virtudes necesarias para su estado.” (San Alfonso María de Ligorio, Teología moral, Lib. VI, c. 2).

El Papa León XIII, en Arcanum divinae, subraya:

“El sacramento del matrimonio, al conferir gracia, capacita a los esposos para cumplir con sus deberes conyugales con fidelidad y caridad, asegurando así la santidad y estabilidad del hogar cristiano.” (León XIII, Arcanum divinae, n. 19).

Conclusión 

El matrimonio cristiano, en su naturaleza más profunda, es una vocación sublime, un camino hacia la santidad donde cada aspecto del vínculo conyugal se ordena a la voluntad divina. Réginald Garrigou-Lagrange nos recuerda que:

“El amor conyugal, purificado por la gracia, se convierte en un reflejo visible del amor eterno e inquebrantable de Cristo por su Iglesia, un amor que no conoce fin ni disminución.”

Este sacramento, instituido por Cristo, no solo une a los esposos en un lazo natural, sino que eleva su unión a la dignidad de un misterio sobrenatural, donde la procreación, la fidelidad y la gracia se entrelazan para guiar a los esposos hacia la vida eterna. En palabras del Dr. Garrigou-Lagrange:

“El matrimonio cristiano es, por lo tanto, una vocación a la santidad, un sendero donde los esposos, sostenidos por la gracia sacramental, se ayudan mutuamente a llevar sus cruces diarias, avanzando juntos hacia la bienaventuranza eterna, donde el amor nunca termina.” (Garrigou-Lagrange, El matrimonio y el amor cristiano).

Así, el matrimonio no es simplemente un acuerdo humano, sino una participación en el misterio de la redención, un camino sagrado donde los esposos se convierten en signos vivos del amor de Cristo, caminando juntos hacia la plenitud de la vida en Dios.

OMO


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