El aborto, tal como lo conocemos hoy, no es simplemente el resultado de decisiones políticas o sociales contemporáneas, sino que hunde sus raíces en una serie de transformaciones filosóficas e ideológicas que han erosionado la visión tradicional de la vida humana. Para entender el aborto en su dimensión más profunda, debemos analizar las ideologías que lo han hecho posible. Estas incluyen nominalismo, protestantismo, liberalismo, modernismo, positivismo jurídico, y otros errores filosóficos que han socavado la dignidad del ser humano, tanto en el plano natural como en el orden trascendental.
NOMINALISMO: LA FRAGMENTACIÓN DEL SER HUMANO
El nominalismo fue el primer paso en la disolución de la visión unitaria del ser humano. Al negar la existencia de universales, el nominalismo fragmentó la realidad y negó la posibilidad de un valor intrínseco para la vida humana. Álvaro d’Ors destacó cómo esta ruptura con la realidad objetiva abrió las puertas a una visión relativista del ser humano, donde la vida ya no es vista como algo sagrado, sino como un objeto de decisión y manipulación.
PROTESTANTISMO: LA FRAGMENTACIÓN DE LA AUTORIDAD MORAL
El protestantismo exacerbó esta fragmentación al rechazar la autoridad única de la Iglesia y al promover una interpretación subjetiva de la moral. Rafael Gambra subraya que la ruptura protestante permitió que cada individuo se convirtiera en el juez último de lo que es correcto o incorrecto, lo que facilitó la aceptación de decisiones como el aborto bajo el pretexto de la autonomía personal.
LIBERALISMO: LA AUTONOMÍA RADICAL DEL INDIVIDUO
El liberalismo, con su énfasis en la autonomía individual, llevó esta fragmentación aún más lejos. Danilo Castellano advierte que el liberalismo desvincula la libertad de cualquier referencia a la verdad o el bien común, lo que justifica el aborto como un “derecho” individual. Este enfoque se convierte en la base para la legalización del aborto, al situar la libertad personal por encima de cualquier consideración sobre la vida del no nacido.
MODERNISMO: LA NEGACIÓN DE LA LEY NATURAL
El modernismo radicalizó aún más esta disolución, al afirmar que la moral y la verdad son constructos históricos sujetos a cambio. Miguel Ayuso señala que, bajo esta ideología, el aborto se normaliza como una evolución “natural” de la sociedad, despojando a la vida humana de su carácter inmutable y sagrado.
POSITIVISMO JURÍDICO: LA DESVINCULACIÓN DEL DERECHO Y LA MORAL
El positivismo jurídico completó esta disociación, permitiendo que el aborto se legalizara sin referencia a consideraciones morales. Álvaro d’Ors y Rafael Gambra subrayan que el positivismo transforma el derecho en un mero instrumento técnico, donde la vida humana puede ser sacrificada según el consenso social, sin reconocer su valor inherente.
MATERIALISMO Y UTILITARISMO: LA DEGRADACIÓN DEL SER HUMANO
El materialismo, tanto en su versión dialéctica como en su enfoque práctico, ha contribuido a la devaluación de la vida humana al reducirla a un mero producto biológico cuyo valor depende de su utilidad. Rafael Gambra explica que el materialismo erosiona la noción de dignidad humana, justificando el aborto como un medio de optimización social.
El utilitarismo, por su parte, ha sido una de las principales corrientes filosóficas que ha subordinado la dignidad humana a criterios de utilidad, bienestar o sufrimiento. En su lógica, el valor de una vida humana se mide en términos de su capacidad para maximizar el bienestar o minimizar el sufrimiento. Bajo este enfoque, el aborto se justifica cuando se considera que traer al mundo a un niño no deseado o en condiciones difíciles causaría más dolor que placer a la madre, la familia o incluso a la sociedad.
Este enfoque deshumaniza completamente al ser humano al reducirlo a un objeto de cálculo. El utilitarismo no se preocupa por la inviolabilidad de la vida, sino por los efectos que dicha vida podría tener sobre los demás. De esta forma, el sacrificio de la vida inocente es visto como un mal menor en aras del “bien mayor”, que no es otro que la maximización de la felicidad de quienes deciden.
Las consecuencias de esta visión son devastadoras. Al justificar el aborto en base a la utilidad, se crea una cultura en la que el valor de la vida humana está condicionado por circunstancias externas y subjetivas. La vida del no nacido se convierte en algo contingente, algo que puede ser eliminado si no cumple con ciertos criterios de bienestar o conveniencia. Este enfoque no solo erosiona la dignidad del ser humano, sino que también socava el principio fundamental de que toda vida tiene un valor intrínseco, independientemente de las circunstancias en las que esa vida se desarrolle.
DARWINISMO SOCIAL: EL ABORTO COMO SELECCIÓN
El darwinismo social ha sido otro factor importante en la justificación del aborto. Esta ideología, que ve la vida humana como parte de un proceso de selección natural, justifica la eliminación de individuos “no deseados” o “débiles” en nombre del progreso. Álvaro d’Ors critica esta visión deshumanizante, que reduce a la vida humana a una cuestión de supervivencia y utilidad.
CONCLUSIÓN: LA RUPTURA CON EL ORDEN NATURAL Y EL PLAN DIVINO
El aborto no es solo una manifestación de una crisis moral en el orden natural, sino una fractura mucho más profunda en el plano trascendental. Cada vida inocente destruida no solo refleja el colapso de una civilización que ha renunciado a la verdad, sino también un acto de rebeldía contra el plan divino que otorga a la vida humana su carácter sagrado e inalienable. En su afán de convertirse en el amo y señor de la creación, la humanidad ha usurpado un papel que le pertenece exclusivamente a Dios.
La aceptación del aborto no es solo la negación de la dignidad humana tanto en el plano natural como en el espiritual. Es una herida profunda en el alma de la humanidad, un rechazo del misterio de la vida y del amor creador de Dios. Al interrumpir una vida, el ser humano no solo destruye un cuerpo, sino que rompe una cadena de amor que trasciende el tiempo y el espacio.
El aborto es el pecado más grave contra la creación, una negación del propósito divino inscrito en cada vida humana. Nos enfrentamos al peor de los crímenes, porque no solo es un ataque contra lo que somos en la tierra, sino contra lo que estamos llamados a ser en eternidad. El aborto es la manifestación de una humanidad que ha olvidado su lugar en el cosmos, que ha renegado de su alianza con Dios.
Es urgente un retorno a Dios, un reencuentro con el orden trascendental que nos otorga nuestra verdadera dignidad. La vida humana es un don sagrado, y solo reconociendo esta verdad podremos empezar a sanar las heridas que hemos abierto en el corazón de nuestra civilización. Al defender la vida, defendemos no solo nuestra humanidad, sino también nuestra relación con el Creador. Porque en cada vida que defendemos, estamos preservando el plan divino y protegiendo lo más precioso que nos ha sido dado: la vida misma.
BIBLIOGRAFÍA
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