¿YO PARA QUÉ NACÍ?
Fray Pedro de los Reyes. S. XVI.
(Algunos autores lo atribuyen a Lope de Vega)
Yo, ¿para qué nací? Para salvarme.
¿Que tengo de* morir? Es infalible.
Dejar de ver a Dios y condenarme
triste cosa será, pero posible.
Posible, ¿y río, y duermo,
y quiero holgarme?;
Posible, ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago, en qué me ocupo,
en qué me encanto?
¡Loco debo de estar, pues no soy santo!
Yo cómo vine al mundo? Condenado.
¿Dios cómo me libró? Dando su vida.
¿Yo cómo la perdí? Por un bocado
que fue del mundo todo el homicida.
¿Dios qué me pide a mí? Lo que me ha dado.
¿Yo qué le pido a Él? La eterna vida.
¿Dios para qué murió? Para librarme.
¿Yo para qué nací? Para salvarme.
De tierra soy y tierra he de volverme
y, a siete pies de tierra reducido
y una pobre mortaja en que envolverme,
tendré del mundo el pago merecido.
No puedo de este paso defenderme:
ni el César puede ni el sultán temido.
¡Miseria general, caso terrible!:
que tengo de morir es infalible.
Allí de los amigos más amados,
del alma tiernamente más queridos,
los últimos abrazos regalados
recibiré con llantos y gemidos;
allí será el mayor de mis cuidados
los deleites y vicios cometidos,
pues que pude por ellos no salvarme,
dejar de ver a Dios y condenarme.
Pues, ¿cómo de la enmienda y penitencia
tan descuidado vivo en esta vida,
cómo no limpio y curo la conciencia
antes que llegue el fin de esta partida?
Porque si llega y falta diligencia,
el dar en el infierno una caída
hasta el centro profundo más horrible
triste cosa será, pero posible.
Dispuesto con cuidado y prevenido
conviene estar al tránsito forzoso,
que si me coge desapercebido
tendré el castigo como perezoso.
¡Oh loco, torpe, necio, endurecido,
falso, liviano, desleal, vicioso!,
que puede ser venir a condenarme
posible, y río, y duermo, y quiero holgarme.
En este paso mil exclamaciones
con lágrimas, sollozos y alaridos,
harán, sin dar alivio a mis pasiones,
padres, hermanos, deudos, conocidos.
¿Qué ansias, qué congojas, qué aflicciones
turbarán mis potencias y sentidos?
Esto tengo de ver, esto es posible,
posible, ¿y tengo amor a lo visible?
Agonizando para darle vida
el cuerpo flaco con su amarga muerte,
el alma triste teme la partida,
el divorcio preciso y dura suerte,
amargo cáliz de mortal bebida
que en pena o en gloria se convierte.
¿Cómo de la virtud me olvido tanto?
¿Qué hago, en qué me ocupo,
en qué me encanto?
Allí me asombrará la cuenta larga,
las visiones horrendas infernales,
la memoria horrible, tan amarga,
del fallo que condena, y otros males;
¿Pues cómo, oh ciego, con tan grave carga
de angustias y tormentos desiguales
no tiemblo, no me enmiendo, no me espanto?
¡Loco debo de estar, pues no soy santo!
*NOTA: Equivale a "tengo que". Así se expresaban en el siglo XVI.