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SABIDURÍA ANCESTRAL (No.1): EL DEMONIO BUSCA QUE NO TE CONFIESES O QUE TE CONFIESES MAL


LA PASIÓN DE LA IGLESIA ANTES DE SU TRIUNFO por el cardenal Henry Edward Manning

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  • EN EL CUERPO MÍSTICO SE REPETIRÁ LA PASIÓN DE CRISTO
  • VENDRÁ UN LAPSO DE PERSECUSIÓN PARA EL PEQUEÑO REBAÑO FIEL
  • EL SANTO SACRIFICIO DEL ALTAR CESARÁ UN TIEMPO
  • LA IGLESIA VERDADERA SERÁ BARRIDA DE LA FAZ DE LA TIERRA, ECHADA AL DESIERTO, ESCONDIDA EN LAS CATACUMBAS
  • LUEGO, EN LA IGLESIA HABRÁ UNA RESURRECCIÓN, UNA RECOMPENSA DE GLORIA POR TODO LO QUE TUVO QUE SOPORTAR

Como los impíos no prevalecieron contra Él (Cristo), aun cuando lo amarraron con cuerdas, lo arrastraron al juicio, le vendaron los ojos, se burlaron de él como un rey falso, lo hirieron en la cabeza como un falso Profeta, le arrastraron, y lo crucificaron, y en el ejercicio de su poder parecían tener un dominio absoluto sobre Él, de modo que Él cayó en tierra y casi fue aniquilado bajo sus pies; Y como en el mismo tiempo en que estaba muerto y sepultado fuera de sus ojos, fue conquistador de todos, resucitó al tercer día y ascendió al cielo, y fue coronado, glorificado e investido con su realeza y reina Rey de reyes y Señor de señores, así será con su Iglesia: aunque por un tiempo perseguida y, a los ojos del hombre, derrocada y pisoteada, destronada, despojada, burlada y aplastada, incluso en ese gran tiempo de triunfo las puertas del infierno no prevalecerán. En la Iglesia de Dios hay una resurrección y una ascensión, una realeza y un dominio, una recompensa de gloria por todo lo que ha soportado. Como Jesús, necesita sufrir en el camino a su corona; así será coronada eternamente con él. Que nadie, entonces, se escandalice si la profecía habla de los sufrimientos por venir. Nos encanta imaginar triunfos y glorias para la Iglesia en la tierra, que el Evangelio sea predicado a todas las naciones, y que el mundo se convierta, y todos los enemigos sometidos, y no sé qué, hasta que algunos oídos se impacientan al oír que hay dispuesto, para la Iglesia, un tiempo de terrible juicio. Y así hacemos como los judíos de antaño, que buscaban un conquistador, un rey y la prosperidad; Y cuando su Mesías vino en humildad y pasión, no lo conocieron. Así que, me temo, muchos de nosotros con nuestras mentes intoxicadas con visiones de éxito y victoria, no podemos soportar la idea de que hay un tiempo de persecución por venir para la Iglesia de Dios....

Los santos Padres que han escrito sobre el tema del Anticristo y de las profecías de Daniel, sin una sola excepción, hasta donde yo sé, y son los Padres tanto del Oriente como del Occidente, los griegos y los latinos - todos ellos unánimemente, dicen que en los últimos tiempos del mundo, durante el reinado del Anticristo, el Santo Sacrificio del altar cesará. En la obra sobre el fin del mundo, atribuida a San Hipolito, después de una larga descripción de las aflicciones de los últimos días, leemos lo siguiente: 
"Las iglesias se lamentarán con gran lamentación, porque no se ofrecerá más Oblación, ni incienso, ni adoración aceptable a Dios. Los edificios sagrados de las iglesias serán como chozas; Y el precioso Cuerpo y Sangre de Cristo no se manifestará en aquellos días; La Liturgia se extinguirá; Cesará el canto de los salmos; La lectura de la Sagrada Escritura ya no será escuchada. Pero habrá tinieblas sobre los hombres tinieblas, lamentación tras lamentación, y aflicción tras aflicción.
"Entonces la Iglesia será dispersada, echada al desierto, y será por un tiempo, como era al principio, invisible, escondida en Catacumbas, en cuevas, en montañas, en lugares de escondite; Por un tiempo será barrida, por así decirlo, de la faz de la tierra. Tal es el testimonio universal de los Padres de los primeros siglos....".
La Palabra de Dios nos dice que hacia el final de los tiempos el poder de este mundo se volverá tan irresistible y tan triunfante que la Iglesia de Dios se hundirá bajo su mano, que la Iglesia de Dios no recibirá más ayuda de los emperadores, reyes, príncipes, legislaturas, naciones, pueblos, para resistir en contra de la fuerza y el poderío de su antagonista. Se le privará de protección. Se debilitará, desconcertará y se postrará, y estará sangrando a los pies de las potencias de este mundo.


Henry Edward Manning, tinted lithograph by unknown artist, c. 1880.
"Incluso en ese gran tiempo de triunfo (del mal) las puertas del infierno no prevalecerán": Cardenal Manning

Conferencia del cardenal Henry Edward Manning 1861.

ASESINADO POR EL GOBIERNO MASÓN

LO QUE ESTÁ DETRÁS DE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO

LAS PRÁCTICAS DE DEVOCIÓN EXTERIOR DE NADA SIRVEN SI NO SE ARROJA DEL ALMA EL PECADO

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No os burléis más de las amenazas del Señor; no sea que vuestras cadenas se endurezcan más todavía. (Is; XXVIII, 22.)

Dios manda a Jonás que vaya a predicar á Nínive; el profeta desobedece al Señor, y se embarca para ir a Tarsis. Levántase súbitamente una furiosa tormenta, que amenaza sumergir el navío. Advirtiendo Jonás que la tempestad no había sobrevenido sino para castigarle, dice a los marineros: arrojadme al mar. Los marineros echaron al profeta al mar, y calmó la tempestad. Si Jonás no hubiese sido arrojado al mar, la tempestad no hubiera cesado. Induzcamos de este ejemplo que, si no expelimos el pecado de nuestros corazones, no cesará la tormenta, esto es, la calamidad. Nuestros pecados son los vientos funestos que excitan las tempestades, y que nos hacen naufragar. Mientras nos afligen las calamidades hacemos penitencias exteriores, novenas, procesiones, exposiciones del Santísimo Sacramento; mas, si no nos corregimos, todo esto ¿de qué sirve? Todas nuestras devociones son poco menos que inútiles cuando no abandonamos el pecado, porque estas devociones no aplacan a Dios.

Si queremos aplacar al Señor, preciso es que alejemos la causa de su cólera; debemos alejar el pecado. El paralítico pedía a Jesucristo la salud; mas el Salvador, antes de curarle de la enfermedad del cuerpo, le curó de la del alma: le concedió el dolor de sus pecados, y le dijo en seguida que ya estaban perdonados.

El Señor aleja ante todo la causa de la enfermedad, dice Santo Tomás; es decir, los pecados, y luego después cura la enfermedad. La raíz del mal es el pecado: así el Señor, después que hubo curado aquel paralítico, le dijo: Guárdate, hijo mío, de pecar de nuevo; porque, si pecas, volverás a caer enfermo más de lo que estabas. Esta es la advertencia que da el Eclesiástico. (Eccl., XXXIX, 9.) Es menester primeramente dirigirse al médico del alma a fin de que os libre del pecado, y en seguida recurrir al médico del cuerpo a fin de que os libre de la enfermedad.

En una palabra, el pecado, o mejor nuestra obstinación en el pecado, es el origen de todos nuestros castigos, dice San Basilio. Nosotros hemos ofendido al Señor, y no queremos de ello arrepentirnos. Preciso es escucharle cuando nos llama con la voz de las calamidades, pues de lo contrario se verá precisado a lanzar contra nosotros sus maldiciones. (Deut; XXVIII, 15.) Cuando ofendemos a Dios, provocamos a todas las criaturas a que se vuelvan contra nosotros. Cuando un esclavo se rebela contra su amo, dice San Anselmo, excita contra sí no solamente la cólera de su amo, sino también la de toda su familia: así, cuando ofendemos a Dios, llamamos a todas las criaturas para que nos aflijan. Irritamos sobre todo contra nosotros, dice San Gregorio (Hom; XXXV), las criaturas de que nos servimos para ofender a Dios. La misericordia de Dios impide que estas criaturas no nos destruyan; mas, cuando ve que despreciamos sus amenazas y que continuamos pecando, se sirve de estas criaturas para vengarse de los insultos que le hacemos. (Sap; V, 17-27.).

Si no aplacamos al Señor corrigiéndonos, no podremos substraernos del castigo. ¿Hay locura mayor, dice San Gregorio, que figurarse que Dios cesará de castigarnos en tanto que no queremos cesar de ofenderle? Se asiste a la iglesia, se va al sermón; mas no nos acercamos a la confesión, no queremos mudar de vida, ¿Cómo queremos ser librados de las calamidades, si no alejamos la causa de ellas? No cesando de irritar al Señor, ¿a qué admirarse de que el Señor no cese de afligiros? ¿Creéis que el Señor se aplaca viéndoos practicar alguna obra exterior de piedad, sin pensar por otra parte en arrepentiros de vuestras faltas, sin restablecer el honor que habéis mancillado, sin restituir lo que habéis robado, sin alejaros, en fin, de estas ocasiones que os alejan del Señor? No os burléis del Señor, dice el profeta Isaías (Is; XXVII, 27), pues esto sería redoblar las cadenas que os arrastran al Infierno. No pequemos, pues, no irritemos al Señor; el azote está ya amenazando vuestras cabezas: no soy el profeta Isaías; más puedo aseguraros que el azote del Señor está para descargar si no nos rendimos a sus amenazas.

No sufre Dios que se burlen de Él. No os he mandado, dice (Jeremías; XII, 22), darme pruebas puramente exteriores; lo que quiero es que escuchéis mi voz, que mudéis de vida, que hagáis una buena confesión, porque sabéis que todas vuestras pasadas confesiones son nulas (N. de la R.: pues no teníais verdadero propósito de enmienda), porque todas eran inmediatamente seguidas de numerosas reincidencias. Quiero que renunciéis a esta propensión, a aquella compañía; quiero que tratéis de restituir lo que habéis robado, de reparar los perjuicios que causasteis. Haced lo que os digo: entonces seré lo que deseáis; seré Dios de misericordia. (Jerem; VII, 13.)

No ignoran los pecadores lo que han de practicar para volver a entrar en gracia con Dios; más se obstinan en no hacerlo. ¡Cuántas personas, después de haber escuchado las instrucciones públicas, los avisos de sus confesores, salen de la iglesia y se hacen peores que antes! ¿Es éste el modo de aplacar al Señor? ¿Cómo pueden presumir estos pecadores desdichados que el Señor los libertará de los azotes con que les aflige? (Ps; IV.)

Honrad a Dios, no en apariencia, sino con las obras: llorad vuestros pecados, frecuentad los sacramentos, mudad de vida: después, esperad en el Señor. Si empero esperáis, sin cesar de cometer pecados, no es esto una verdadera esperanza, sino una temeridad. Es un engaño del demonio, que os hace más abominables a los ojos del Señor, y provoca sobre vosotros más castigos.

El Señor está irritado: levantada está su mano para castigaros con el azote terrible con que os amenaza. ¿Qué queréis hacer para escapar de él? (Math; V, 5.) Preciso es hacer una verdadera penitencia. Preciso es cambiar el odio en dulzura, y la intemperancia en sobriedad: menester es observar los ayunos mandados por la Iglesia; menester es abstenerse de esta cantidad de vino que abate al hombre hasta el nivel del bruto; menester es huir las ocasiones. Si queréis producir frutos dignos de penitencia, debéis aplicaros a servir a Dios con tanto mayor fervor, cuanto más le habréis ofendido. (Rom; VI, 19.) Esto es lo que hicieron Santa María Magdalena, San Agustín, Santa María Egipciaca y Santa Margarita de Cortona.

Por su penitencia, estos pecadores se hicieron más agradables a Dios que muchos otros que habían cometido menos pecados, pero que eran tibios. Dice San Gregorio que el fervor de un pecador es más grato a Dios que la tibieza de un inocente: la penitencia de un pecador alegra al cielo más que la perseverancia de los justos, si después del pecado ama a Dios con más fervor que el justo.

He aquí lo que se llama hacer dignos frutos de penitencia: no basta, pues, venir a la iglesia y hacer alguna obra de piedad. Si no se deja el pecado y la ocasión de pecar, esto es burlarse de Dios e irritarle siempre más y más. (Mat; VIII, 9.) Dícese regularmente: María nos ayudará, nuestros santos patronos nos librarán; imposible es que los santos nos ayuden cuando no queremos librarnos del pecado. Los santos son los amigos de Dios, y por esto mismo están muy distantes de inclinarse a proteger los pecadores obstinados.

Temblemos, pues: el Señor ha publicado ya la sentencia que condena al fuego todos los árboles sin fruto. ¿Cuántos años hace que estáis en el mundo? ¿Qué frutos de buenas obras habéis producido hasta ahora? ¿Qué honor habéis dado a Dios con vuestra conducta? Vos no habéis cesado de amontonar pecados tras pecados, desprecios tras desprecios, insultos tras insultos; éste es todo el fruto que habéis dado; éste es todo el honor que habéis tributado al Señor. A pesar de todo, Dios quiere concederos aún el tiempo para corregiros, para llorar vuestros pecados, para amarle durante el resto de vuestra vida.

¿Qué queréis hacer, pues? ¿Cuál es vuestra resolución? Deteneos: daos entera y sinceramente al Señor. ¿Qué aguardáis? ¿Queréis que sea ya tarde que el árbol sea cortado y arrojado al fuego del Infierno?

Concluyamos. El Señor me ha encargado el instruiros, y me manda anunciaros de su parte que está pronto a detener el torrente de calamidades que había preparado; pero a condición que os convirtáis verdaderamente. Temblad, pues, si no habéis resuelto aún mudar de vida; entregaos, empero, al más puro júbilo, si queréis, en verdad, volver al Señor. (Ps; CIV, 3.) ¡Ojalá inunde el consuelo al corazón que busca a Dios! Pues, para quien le busca, Dios es todo amor y compasión. Incapaz es el Señor de desechar un alma que se humilla y se arrepiente de sus faltas. (Ps., L.) Regocijaos, pues, si tenéis verdadera intención de corregiros. Si teméis a la justicia divina con motivo de tantos crímenes de que os reconocéis culpables, recurrid a la Madre de misericordia, dirigíos á la Santísima Virgen, que protege eficazmente a cuantos se refugian bajo su manto protector. — (Hacer un acto de dolor.)

“De la providencia en las calamidades públicas”. San Alfonso María de Ligorio.

¡YA NO DURMÁIS, NO DURMÁIS! versos de Santa Teresa de Ávila

¿TÚ, DE QUÉ LADO ESTÁS?

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"Al final mi Inmaculado Corazón Triunfará"

ACERCA DEL DEMONIO


25 DE JULIO: FESTIVIDAD DE SANTIAGO EL MAYOR

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El 25 de Julio se celebra la fiesta de Santiago Apóstol, patrón de España.

   Santiago, gozaba de especial confianza y relación con Jesús, como uno de los discípulos básicos, destacándose con Pedro y Juan del resto de los discípulos, obteniendo el puesto de testigo privilegiado en los momentos más importantes. El mismo Jesús apodó a Santiago y a Juan con el sobrenombre de "hijos del trueno" ( Mc, III, 17 ).

El apóstol Santiago, primer apóstol mártir, viajó desde Jerusalén hasta Cádiz (España). Sus predicaciones no fueron bien recibidas, por lo que se trasladó posteriormente a Zaragoza. Aquí se convirtieron muchos habitantes de la zona. Estuvo predicando también en Granada, ciudad en la que fue hecho prisionero junto con todos sus discípulos y convertidos. Santiago llamó en su ayuda a la Virgen María, que entonces vivía aún en Jerusalén, rogándole lo ayudase. La Virgen le concedió el favor de liberarlo y le pidió que se trasladara a Galicia a predicar la fe, y que luego volviese a Zaragoza.

Santiago cumplió su misión en Galicia y regresó a Zaragoza, donde corrió muchos peligros. Una noche, el apóstol estuvo rezando intensamente con algunos discípulos junto al río Ebro, cerca de los muros de la ciudad, pidiendo luz para saber si debía quedarse o huir. Él pensaba en María Santísima y le pedía que rogara con él para pedir consejo y ayuda a su divino Hijo Jesús, que nada podía entonces negarle. De pronto, se vio venir un resplandor del cielo sobre el apóstol y aparecieron sobre él los ángeles que entonaban un canto muy armonioso mientras traían una columna de luz, cuyo pie, en medio de un rayo luminoso, señalaba un lugar, a pocos pasos del apóstol, como indicando un sitio determinado.

Sobre la columna, se le apareció la Virgen María. Santiago se levantó del lugar donde estaba rezando de rodillas, y recibió internamente el aviso de María de que debía erigir de inmediato una iglesia allí; que la intercesión de María debía crecer como una raíz y expandirse. María le indicó que, una vez terminada la iglesia, debía volver a Jerusalén. Santiago se levantó, llamó a los discípulos que lo acompañaban, que habían oído la música y visto el resplandor; les narró lo demás, y presenciaron luego todos cómo se iba desvaneciendo el resplandor de la aparición. En el lugar de la aparición, se levantó lo que hoy es la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, un lugar de peregrinación famoso en el mundo entero que no fue destruido en la guerra civil española (1936-1939), puesto que las bombas que se lanzaron no explotaron, pudiéndose hoy en día verse expuestas en el interior de la Basílica.

Santiago partió de España, para trasladarse a Jerusalén, como María le había ordenado. En este viaje visitó a María en Éfeso. María le predijo la proximidad de su muerte en Jerusalén, y lo consoló y lo confortó en gran manera. Santiago se despidió de María y de su hermano Juan, y se dirigió a Jerusalén, donde al poco tiempo fue hecho prisionero.

Fue llevado al monte Calvario, fuera de la ciudad. Durante el recorrido, estuvo predicando y aún fue capaz de convertir a algunas personas. Cuando le ataron las manos, dijo: "Vosotros podéis atar mis manos, pero no mi bendición y mi lengua". Un tullido que se encontraba a la vera del camino, clamó al apóstol que le diera la mano y lo sanase. El apóstol le contestó: "Ven tú hacia mí y dame tu mano". El tullido fue hacia Santiago, tocó las manos atadas del apóstol e inmediatamente sanó.

Josías, la persona que había entregado a Santiago, fue corriendo hacia él para implorar su perdón. Este hombre se convirtió a Cristo. Santiago le preguntó si deseaba ser bautizado. Él dijo que sí, por lo que el apóstol lo abrazó y le dijo: "Tú serás bautizado en tu propia sangre". Y así se cumplió más adelante, siendo Josías asesinado posteriormente por su fe.

En otro tramo del recorrido, una mujer se acercó a Santiago con su hijo ciego para alcanzar de él la curación para su hijo, obteniéndola de inmediato. Una vez llegado al Monte Calvario, el mismo lugar donde años antes fue crucificado nuestro Señor, Santiago fue atado a unas piedras. Le vendaron los ojos y le decapitaron.

El cuerpo de Santiago estuvo un tiempo en las cercanías de Jerusalén. Cuando se desencadenó una nueva persecución, lo llevaron a Galicia (España) algunos discípulos.

En siglos posteriores y hasta el momento actual, numerosos fieles, principalmente de Europa, recorren parcialmente el "Camino de Santiago" que les conduce a la tumba del Santo, con el fin de pedir perdón por sus pecados.

Tema relacionado (haz clic): LA BATALLA DE CLAVIJO Y EL MILAGRO DE SANTIAGO (video y texto).

Fuente

LA ESTRATEGIA DE LOS LOBOS: LA DESOBEDIENCIA COMO FUENTE DE LEY

ES MÁS DULCE TU NOMBRE, MARÍA

ESCUELAS LAICAS (EN REALIDAD CRISTIANOFÓBICAS Y ATEAS)

NO SE TURBE TU CORAZÓN

SELFIES

VISIÓN DE SANTA TERESA SOBRE LAS CONSECUENCIAS DE LAS MALAS CONFESIONES

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Una terrible visión de Santa Teresa (para meditarlo).


Estaba la Santa en oración y he aquí que al punto ve abrirse ante sus ojos un abismo profundísimo, todo repleto de fuego, encendido en vivas llamas y precipitarse numerosísimas, como los copos de nieve en invierno, las infelices almas. Espantada la santa alza los ojos al cielo y exclama:
—“Dios mío, Dios mío”, “Qué es lo que veo— ¿Quiénes son tantas almas pobrecitas? —Seguramente son de pobres infelices, de idólatras, de turcos, de judíos. . .”
—No, Teresa, le responde Dios. Sepas que las almas que ves ahora precipitarse en el infierno, por permisión mía, son todas ellas almas de cristianos como tú.
—Pero serán almas de gente que ni creían ni practicaban la religión, ni frecuentaban los sacramentos.
—No, Teresa, no. —Sepas que todas estas almas son de cristianos, bautizados como tú, que como tú creían y practicaban...
—Más no se habrán confesado nunca, ni en la hora de la muerte...
—Son almas que se confesaban y que se confesaron en el trance de la muerte...
––¿Cómo, pues, Dios mío, se condenan?
–– ¡Se condenan porque se confesaron mal!... Vé, Teresa, cuenta a todos esta visión y conjura a todos los obispos y sacerdotes a no cansarse nunca de predicar sobre la importancia de la confesión y contra las confesiones mal hechas, a fin de que mis amados cristianos no vengan a convertir la medicina en veneno y a servir para su daño de este Sacramento, que es el Sacramento de la misericordia y del perdón.

Tomado de: “Confesaos Bien”

Ver también:http://www.catolicidad.com/2014/02/las-malas-confesiones-arrastran-muchas.html

OBSERVACIÓN VITAL

EL PROBLEMA ES QUE MUCHAS MUJERES NO SABEN TODO LO QUE VALEN

RECUERDA QUE ESTE SÁBADO ES PRIMER SÁBADO DE MES

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No olvides que nos hemos comprometido, en este año, a lo siguiente:

-El rezo diario del Santo Rosario. Haz clic AQUÍ.
-Cumplir la petición de la dulcísima Virgen en Fátima: realizar la comunión reparadora de los cinco primeros sábados de mes. Haz clic AQUÍ.
-Renovar nuestra Consagración al Inmaculado Corazón de María. Haz clic AQUÍ.
-Rezar diariamente la oración por los pecadores enseñada por la Virgen en Fátima, pidiendo -además- con nuestras propias palabras que el Papa consagre, junto con todos los obispos del mundo, Rusia al Inmaculado Corazón de María. Esta es la oración: "Oh Jesús mío, perdónanos y líbranos del fuego de infierno, lleva al Cielo a todas las almas, socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia".

HISTORIA DE LA FIESTA DE CRISTO REY

¿LOS PECADOS CONTRA LA PUREZA SON INSUPERABLES?

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Aunque algunos necios digan que es absolutamente imposible resistir las tentaciones de la carne, se engañan, y no dicen verdad; si bien es cierto que ninguno puede ser continente y casto si Dios no lo concede, en cambio si se le invoca y se le pide su ayuda es realmente posible. Y tan es así que el Apóstol san Pablo contradice lo que afirman esos necios, y es de fe católica, que Dios es fiel, y no permitirá que ninguno sea tentado más de lo que pueda tolerar asistido de su divina gracia (Cor. X, 13). La oración constante, la frecuencia de los sacramentos, tener siempre en consideración que estamos bajo la presencia de Dios y la huida de las ocasiones de pecado, son esenciales en esta batalla. El Espíritu Santo dice: Acuérdate de los novísimos (los novísimos son cuatro: muerte, juicio, infierno y cielo) y jamás pecarás (Eccles. VII, 14); y en consecuencia, con la ayuda de Dios, la tentación, por viva que sea, siempre puede resistirse.

De tres causas, dice san Buenaventura, suele proceder que las tentaciones contra la pureza (pensamientos, deseos, miradas y acciones) suban mucho de punto, de tal modo que lleguen a parecer -aparentemente- insuperables:

La primera es, si nuestro pensamiento no se aparta, ni la imaginación advierte de la idea torpe que se le representa. Si la representación indigna va y viene una y otra vez, remueve las pasiones que a manera de un fuego, encienden la sangre, y aumentan la tentación de un modo que parece no ser posible el resistirla. El remedio, es, pues, desviar prontamente la imaginación a otra cosa, aunque sea natural o indiferente; al alejar la mente de la tentación se verá por experiencia que calma su fiereza, al no pensar y regordearse en ella. Pero mientras la imaginación no cesa, la tentación camina siempre en aumento.

La segunda causa de la vehemencia de estas tentaciones suele provenir de un sutil y pernicioso engaño que el demonio persuade a gente timorata, que nunca se ha manchado con lo abominable de esos vicios, que el deleite es sumo y grandemente apetecible; y que una vez experimentado, saciará para siempre. Esta tentación se funda en un horrible engaño del demonio, claramente falso; porque, como la experiencia lo demuestra, el pecado lejos de saciar, enciende un furor horrible, que exige nuevas culpas, y más y más, y que hace a la lujuria, en cualquiera de sus formas, insaciable y la convierte en un vicio del que difícilmente se sale; y por otra parte los deleites abyectos, dado que son vivos e intensos, ¡pero son tan infames! ¡tan momentáneos! ¡tan asquerosos! llenan al alma de tan negros remordimientos, que no deben de probarse jamás.

La tercera causa de crecer tanto las tentaciones de esta especie, es porque muchas almas no están bien resueltas a despreciarlas y quitarlas, y arrojar lejos a Satanás, y así se pierden. Fíanse en que es cosa leve lo que hacen, y engáñanse, y así vienen a perecer miserablemente. El remedio es una resolución firme, firmísima, de morir antes que pecar, y a consecuencia de ella, evitar todas las ocasiones (y peligros) por pequeñas e inofensivas que aparentemente nos parezcan, pues el demonio buscará persuadirnos de que no constituyen peligro.

No nos dejemos cerrar el cielo por nuestros pecados o por amoldar nuestra mente a la sociedad en la que vivimos con su secularismo y materialismo. Los pecados contra la pureza son los que más almas llevan al infierno, nos advierte la Virgen en Fátima. No incurramos en ellos. Y si se tiene la desgracia de vivir atrapado en vicios contra la virtud de la Castidad, tengamos claro que siempre es posible salir de ellos con la ayuda de Dios, la oración*, la frecuencia de los sacramentos y la huida de las ocasiones de pecado, teniendo siempre presente que Dios nos ve en todo lugar y momento.

 ¡Con determinación demos la batalla! La vida es una lucha viril contra nosotros mismos y contra nuestras malas inclinaciones. El genuino hombre domina y controla sus pasiones como el jinete a la bestia. Y si ocasionalmente llega a ser tumbado, se levanta y monta de nuevo con mayor determinación, pues la castidad es una cualidad para verdaderos hombres.



*NOTA: El Rosario y la devoción a las tres avemarías diarias (como se explican AQUÍ) son de gran utilidad.
Ver también (haz clic):¿ADICTO A LA PORNOGRAFÍA? 12 PASOS PARA LIBERARSE

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